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2 de noviembre de 2025

Molcaxitl


Pablo Gómez 

He pasado la vida observando los alimentos que se aman y los que se rechazan. No es distinto a lo que ocurre entre las personas: algunos se buscan para completarse; otros, al encontrarse, se destruyen.

Hay hojas de nori que solo admiten el roce del arroz, y se encogen si las toca la mantequilla. El wasabi, altivo, se entrega solo al pescado crudo, y pierde su alma si lo acercas a la miel. El roquefort tolera el vino, pero desprecia la cerveza. El pan negro no entiende la suavidad del arroz, ni el arenque la dulzura de una fruta tropical.

Y hay guisos sagrados que solo pueden prepararse con las manos de quienes los heredaron, pues en ellos un ingrediente cambiado es una blasfemia. Cada alimento encierra un pequeño miedo: el de perder su pureza en el contacto con otro.

Pero existen algunos que viajan, que se ofrecen sin defensa. El jitomate aprendió a hablar otras lenguas y en todas conservó su dulzura. El maíz enseñó a otros pueblos a transformar la tierra en pan. El cacao endulzó inviernos que jamás conocieron la selva. La calabaza cambió de estación sin perder su forma. La vainilla perfumó postres lejanos y nunca olvidó su origen.

Ninguno impuso su sabor. Se dejaron transformar, y al morir, sobrevivieron mejor que los que temen mezclarse.

Y luego está el chile.

Nadie sabe cómo llegó a tantas mesas, pero casi siempre lo probaron con recelo. Su fuego, incomprendido, fue recibido como exceso, como una ofensa al paladar tranquilo. Se lo probó una vez y se lo apartó con prisa, sin comprender que el ardor no era castigo, sino promesa.

Porque el chile no busca agradar. No se adapta ni se disfraza. Pide paciencia, pide confianza, pide repetir el intento. Su don no se entrega a quien huye del primer dolor.

Quien insiste, sin embargo, descubre que el fuego inicial no destruye, sino abre. Que detrás del ardor hay una dulzura mínima, apenas un rastro, como una voz que se deja oír solo después del silencio. El chile enseña que el dolor y el placer pueden convivir,
que la diferencia requiere tiempo, y que la ternura a veces se disfraza de desafío.

Por eso pienso que el chile es la metáfora de lo que el mundo aún no comprende:
que la otredad no se conquista, se cultiva;
que lo desconocido no debe suavizarse para ser amado, sino saborearse con lentitud,
hasta que la lengua aprenda a entenderlo.

He visto a muchos rechazarlo con una mueca, como si hubieran probado la verdad demasiado pronto. Y cada vez que eso ocurre, me parece que la humanidad pierde un matiz más de su propio sabor.

Porque solo quien soporta el fuego, llega a conocer la dulzura que lo sigue. Y cuando ese equilibrio ocurre, por un instante, apenas el mundo deja de ser territorio, y se vuelve boca: una que, por fin, aprende a gustar lo distinto.

2 de mayo de 2025

Confesiones de un tímido con ídolos

El otro día iba caminando con mis hijas por la calle cuando, en la misma acera, aparece Ramón Ramírez. ¡Ramón Ramírez! Mi ídolo de la infancia. Y ahí estaba yo, congelado, deseando saludarlo o pedirle una foto… pero me ganó la vergüenza. No fue la primera vez.

Allá por 2015, en el aeropuerto de la CDMX, vi a Ronaldinho correr hacia su andén. Tuve una ventana de 15 segundos para seguirlo y pedirle un autógrafo. ¿Y qué hice? Exacto: nada. Una parte de mí piensa que los famosos son personas normales que odian que los molesten. La otra parte… simplemente se paraliza.

Y cuando sí me animo, bueno… digamos que tampoco siempre sale bien.

Como aquella vez en el Festival Internacional de Cine, en una masterclass con Mike Leigh. Nadie preguntaba nada. Y mi mano se levanta como por acto reflejo. Balbuceo una pregunta confusa sobre su cine y él responde categóricamente que no, que nada que ver… y que si no entiendo, mejor me retire. Trágame tierra.

O el mail que le mandé hace años al correo oficial de Woody Allen, preguntándole si alguna vez consideraría filmar un guion ajeno. La respuesta fue tan surrealista que parecía guion de él mismo: “Solo por sugerirlo, podríamos demandarlo. Borre este mensaje ya.” (Y lo borré, entre risas y un poquito de miedo).

Claro que también hay algunas interacciones más dignas:

– Tengo una foto con Diego Luna (de lado, sin que se diera cuenta). – Logré otra con Carlos Reygadas. – Conocí a Mike Leigh antes de que me quemara en público. – Después de un concierto de Zaz, terminé yéndome a Tlaquepaque con su trompetista y otro músico. – Con Jorge Drexler fuimos caminando a un bar después de un concierto. – Una vez puse en Twitter que Angélica Aragón era la Meryl Streep mexicana… y ella me dio like. (Angélica, no Meryl). – Y hace poco, una actriz que admiro mucho me respondió con un mensaje muy bonito a un proyecto personal.

Y bueno… también está la lista de celebridades que he admirado y no logré saludar. Suena a homenaje tipo In Memoriam de los Óscares:

Gus y Maggie de Nintendomanía

Cuauhtémoc Cárdenas

Iñárritu

Carlos Fuentes

Elena Poniatowska

Stereo Total

Andrés Bustamante (Ponchito)

Jamie Foxx

Tris Monero 

Jis

Frankie Muniz

(Entre otros fantasmas del fanatismo tímido)


A veces me arrepiento de no haberme acercado. Otras veces agradezco no haber hecho el ridículo. Y otras, simplemente sonrío por tener historias raras que contar.

19 de marzo de 2025

Génesis

I. PRIMERO, EL IMPACTO


En el principio,

no había tiempo ni ojos para verlo,

sólo una presión imposible,

un rugido de luz empujando los bordes

de un universo que aún no entendía

su propia hambre.


El polvo se acomodó en torbellinos,

los asteroides chocaron,

las primeras tierras se hicieron y deshicieron

como bocas tragándose a sí mismas.


No había testigos

cuando una roca vino a partir la historia,

cuando el cielo ardió en un trueno de fuego

y la tierra, antes un vasto palacio de dientes y garras,

se convirtió en un osario humeante.


Los reyes del mundo desaparecieron

y lo pequeño,

eso que nunca había importado,

empezó a ganar espacio.


II. REINOS QUE SE CREEN ETERNOS


Pero no aprendemos.


Las cenizas de un coloso fertilizan el trono del siguiente,

y en el polvo del viejo imperio,

otro se alza con espadas y decretos.


Babilonia, Roma, Tenochtitlán,

todos se creen el punto final.

Todos sienten que las estrellas se inclinan ante su orden,

hasta que un día la sangre hierve demasiado rápido,

y las piedras que sostienen sus nombres

se desmoronan como pan viejo.


El oro se corrompe en manos sucias,

los ejércitos avanzan y retroceden,

como el mar cuando le cortan la garganta al viento.


Las guerras no terminan,

cambian de bandera.

Los generales dejan su sitio

a presidentes que ya no llevan armadura

pero entienden el metal de otra forma.


Los mapas se trazan en secreto,

los tratados se firman con tinta y cuchillo.

Las fronteras son más que líneas,

son cadenas dibujadas con la sangre de quienes

nunca serán parte de la decisión.


Y mientras ellos juegan a ser dioses,

los campos de Gaza arden.

Los muertos en Ucrania yacen donde ayer hubo plazas.

Los campos de exterminio en Teuchitlán

siguen susurrando los nombres que no se borran.

Los zapatos permanecen,

pequeños, solitarios,

como si esperaran todavía

a quienes nunca regresaron.


Los niños nacen en tiendas de campaña,

bajo lonas que apenas los cubren del invierno.

Crecen en la sombra de un dron,

miran el cielo con miedo,

esperan.


Esperan.


Esperan a que el siguiente imperio se desplome.


III. MÁQUINAS QUE SUSURRAN AL OÍDO


La tecnología no es ni un arma ni un milagro,

pero en la mano equivocada se vuelve

la voz de un dios de plástico y cables,

un titiritero invisible.


Espejos que devuelven lo que queremos ver,

algoritmos que susurran deseos

antes de que lleguen a la boca,

ondas que viajan más rápido que el pensamiento

para decirnos qué comprar,

qué odiar,

quién es enemigo,

qué es verdad.


Las manos que antes blandían espadas

ahora presionan botones

y con un clic condenan o salvan,

pero no distinguen carne de pantalla.


Cada palabra es vigilada,

cada rostro es un código en bases de datos

que no olvidan,

que no perdonan.


La historia se escribe en microchips

y se borra con la misma facilidad

con que un emperador ordenaba incendiar bibliotecas.


Y así, lo invisible gobierna

mientras nos creemos libres.


IV. CUANDO EL VIENTO CAMBIA


Pero el viento siempre cambia.


Un niño en una calle de escombros

pinta en una pared con los dedos,

y su dibujo viaja más lejos

que el proyectil que cayó anoche.


Una madre, de pie entre ruinas,

dice no me moverán

y el ejército se tambalea.


Una carta escondida,

un poema pasado de mano en mano,

una foto en un teléfono clandestino,

una voz que no se apaga aunque la quieran quemar.


Y de pronto, las columnas del palacio tiemblan,

pero esta vez no es para dar paso a otro imperio,

no es el mismo ciclo con otra bandera.


Es otra forma de habitar el mundo.


No un trono nuevo,

no una guerra con otro uniforme,

sino la grieta por donde entra

un sol que nunca antes habíamos visto.


Un mundo que no herede la violencia,

un tiempo que no pese sobre el cuerpo de los débiles.


Y en alguna parte,

una de esas gotas

ya está cayendo.


No sobre una piedra,

sino sobre la semilla

de algo que todavía no tiene nombre,

pero que se siente

como un amanecer sin miedo.

5 de abril de 2024

Testimonio

Quizás falten 10, 20, 30 o 50
años, meses, minutos, segundos,
pero si yo muriera hoy, 
no quedaría posible-mente
recuerdo alguno sobre mí
en la memoria de mis hijas
o peor aún, quizás las pocas
que quedaran se irían difuminando
por más que se aferraran a ellas
como semillas escurriéndose
entre las manos, los dedos

yo les diría a mis hijas
como mejor patrimonio y
mi más real testamento que:
han autentificado mi vida
la han poblado de amor,
son el clímax continuo de un filme
llamado familia
la sinfonía más bella
la sorpresa del cuento
la vanguardia y retaguardia
de un ejército de abrazos
las eternas ganas insatisfechas
de estar mirándonlas como
se mira al fuego, hipnotizado
como se mira a las olas,
encantado
como se mira al cielo,
la vista es el puente a su paraíso,
el tacto es la puerta a su corazón,
la risa es un recuerdo sembrado
a futuro sin transgénicos ni hormonas,
cada arrullo
un galope de susurros
cada palmadita en su espalda
una coreografía de déjà vu
que respirarán hasta el último aliento
que renacerá como olas de calma
cada vez que la mano adecuada
sepa tratarlas con gracia
ahí viviré yo como estrella fugaz
sinapsis eléctrica de mi alma con la suya...
seré pues habitante de su amígdala
como viven en mí mis padres,
y los padres de sus padres
en una eterna comunión
de emoción y memoria

han traspuesto el sol y la luna
para iluminar mis días y noches
con su halo de bigotes de chocolate
de niñas rendidas por el trajín-juego-
preguntas&+preguntas-
dibujar-cantar-bailar-saltar-
tirarlotodoalsuelo
juntarlo todo a la vida

dejaré testimonio pues
de que estas niñas
de carne y hueso y dulce y maíz y trigo
deslumbran mi ser mientras 
crecen bajo mis manos o
duermen en mi regazo o
sollozan su hondo sentimiento fugaz o
cabalgan sobre mis horas
buenas noches, mis amores.

21 de diciembre de 2023

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