La idea de un cuento. Vuela por la cabeza del narrador. Pero el narrador no sabé ni cómo ni dónde. Sabe quiénes y por qué pero no sabe ni cómo ni dónde. De repente olvida por qué. Sólo le queda quiénes. ¿Pero dónde va a poner el crayón verde y la pared azul, si no sabe cómo ni por qué? El narrador decide que no hará nada. Se sienta en una silla vieja y triste, y mira por la ventana. El narrador comienza a dibujar una sonrisa en su rostro. Fugazmente. Cierra la ventana pero no las cortinas. La luz se divorcia de los objetos en el cuarto. El narrador no enciende la luz. Se niega a hacerlo. Sólo quiere volver a la silla triste y ver por la ventana. Aunque esté cerrada. Y, de repente, al caminar hacia la silla, observándola, sabe cómo, por qué, dónde. No le interesa saber cuándo. Pero mira de nuevo a la ventana y se dice a sí mismo: cómo quisiera. Y cierra las cortinas.
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7 de julio de 2003
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