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6 de marzo de 2004

Uno de esos días que merece ser escrito...

No voy a decir que fue el día más raro de mi existencia porque seguramente hubo otros aún más extraños que éste, estoy seguro.

¡Pero este día lo voy a recordar fragmentadamente en sueños venideros y en días concientes también! Si me pongo a pensar en cada detalle, realmente estuvo bastante, bastante, extraordinariamente raro.

Escuchen y juzguen. Creo que es la primera entrada que va dirigida y enunciada abiertamente a ustedes como lectores...

Me desperté a las 10:30 a.m. lo primero que hice fue lavarme los dientes y tender mi colchón, porque aunque no lo he dicho: ¡estos últimos meses he estado durmiendo en colchón en un cuarto con todos los miembros de mi familia! Es que las demás habitaciones no están aún listas para ser habitadas. Bueno, lavé algunas camisas a mano y unas truzas, y ahorita que pienso bien dejé ropa en la lavadora que está ahí todavía. En fin, bajé y desayuné sólamente una pera y un vaso de agua, mi mamá me dijo que por eso estaba esbelto (flaco, quiso decir...).

A las 12h00 mi prima Cecilia vino para que le diera el informe del comité que conformamos (Propaganda y Sociales) en la Caja Popular porque, recuerden, yo soy el presidente de ese comité y me toca hacer los informes y demás. Como no lo tenía hecho, prendí la PC y se fue. Cuando terminé de hacerlo, como no tenía hojas tamaño carta tuve que imprimir en una tamaño oficio que estaba rota y rayada de rojo. Tuve que recortarla. En fin después llegó su hermano, Javier y con él, le mandé la hoja.

Hasta aquí todo normal, como un día regular donde los acontecimientos son prácticamente los de rutina. A las 14h30, salí de mi casa rumbo al Proulex. Llegué a la ventanilla y me regresaron porque tenía que pagar $45.00 para un exámen de nivelación. Yo puedo jurar que cuando salí de mi casa no tenía dinero más que $30.00. Como mi tarjeta telefónica sólo tenía el saldo de $3.00, no podía hablarle al teléfono de papá para que me trajera dinero. Yo no podía regresar a mi casa porque el exámen era a las 5:00 p.m. y ya eran las 3:00 p.m. Así que decidí hablar a mi casa para que mi hermana le hablara a mi papá y le hablé. Le expliqué mi situación y prometió hablarle a mi papá. Me quedaban $2.00 de saldo. Esperé 5 minutos y volví a hablarle a mi hermana y me dijo que mi papá ya venía en camino. Cuando terminé de hablar me quedaba $1.00 de saldo en la tarjeta. Cuando introduje la tarjeta nuevamente en mi cartera, ¡¡oh sorpresa (milagro, sueño, rareza, cosa inexplicable) tenía $200.00 en ella!! Yo recuerdo muy bien que la cartera no tenía nada. El dinero lo guardaba en el bolsillo. Pero bueno, así todo soprendido fui a la caja a pagar y llenar una forma.

Después de pagar, regresé a la cabina telefónica y le hablé a mi hermana para informarle de que ya no era necesario que mi papá viniera, que le volviera hablar. Al terminar el saldo de la tarjeta era de cero ($0.00). Con el nuevo y misterioso dinero, salí de la escuela y fui a una farmacia a comprar una nueva tarjeta telefónica, al regresar mi papá me estaba esperando. Le expliqué lo que pasó y se rió. En fin, fuimos a buscar un libro al Kiosko pero no lo encontramos, de paso mi papá se quedó platicando un rato con el encargado al cual conocía. Después se marchó y yo me dirigí a afuera del Departameto de Letras.

3:45 p.m. Estoy en el desolado pasillo a las afueras del Departamento de Letras. Desde que me siento, al fondo en otro pasillo una chava se me queda viendo. Y yo la veía. Y nos veíamos descaradamente, como si los ojos fueran imanes. Y esto duró alrededor de 15 minutos. Y me llamé tonto por no ir a hablarle. Incluso ella pasó enfrente de mí mirándome directamente a los ojos, como hablándome. Y bajó las escaleras, pero regresó y de nuevo nos miramos. Y mi entrada de hoy iba a girar en torno a todas las miradas que me han pasado y yo he pasado, miradas directas (aunque ésta ha sido la más larga de todas) y de como el instinto de conservación me gana (aunque no siempre). Porque podrías pensar que yo categorizo esto como atracción, bueno es atracción pero que no necesariamente desemboca en una relación afectiva, sino que ahora también pienso que puede desembocar en una conversación, en una charla, hasta podría darse la amistad, pero no únicamente algo. En fin, llegó Gaby una compañera del salón y la otra chava se metió a clases. Estuvimos platicando de trabajos que hemos hecho y cuáles han sido a los que les hemos hechado más ganas o menos (soy un ñoño). Después, el maestro Reyes se sentó y también platicamos de futuras clases, de cine, de salarios y de vocación.

Ahí tuve otra idea para la entrada de hoy, porque pensé en hablar de los maestros. Pensé en que sería interesante aplicarles una encuesta con las mismas preguntas a todos los profesores de la carrera y así acercarnos un poco más. Pensé pedagógicamente.

A las 5:00 p.m. regresé al Proulex (cabe señalar que el Proulex y la escuela donde estudio se encuentran en el mismo Centro Universitario aunque un poco separados) e hice el examen. Me ubicaron en el nivel 7, aunque me querían ubicar en el 6, así que les dije que yo practicaba seguido el inglés (lo hago). Las clases comienzan el lunes, dos horas al día. Yo tenía planeado ir de 13h00 a 15h00 pero no había cursos en ese horario sino que de 9h00 a 11h00. Ahora tendré que despertarme todos los días más temprano.

Terminé todo el asunto del Proulex a las 6:15 p.m. y regresé a la clase que tenía: Didáctica de la expresión oral. Esta clase comienza a las 17:00 por lo que llegué tarde, la maestra me hizo un pequeño comentario pero al final me justificó la falta. En fin, en el receso me pasó algo super penoso. Me encontré con una chava con la que he estado por más de uno año en la clase de francés y con la que una vez fui al cine (a ver Punch-drunk love) y a una interpretación musical con violín en el Ex-convento del Carmen. Y todo iba bien hasta que por un momento, ¡se me olvidó su nombre! Le dije "Bueno Xóchitl a ver cuando me prestas un disco" y ella me dijo "Xitlalitl, pero está bien". Estoy seguro de que me puse rojo. Me da mucha pena olvidarme de los nombres y, ¡me pasa seguido! Yo ya no encontraba la forma de disculparme y neto que me dió mucha pena.

Al entrar a clase tenía que pretender ser un vendedor del libro más fabuloso del mundo y tratarlo de vender a mis compañeros. En eso consiste la clase del viernes, en practicar y mejorar la expresión oral. Como nos iban a calificar con "dinero" en vez de una calificación numérica, como si realmente nos hubieran comprado el producto, me gané $50.00. No sirvo para vender.

De la clase salimos a las 8:00 p.m. y a la salida cené una pepsi y un emparedado (sandiwch) de frijoles... ¡Tenía mucha hambre!

Cristina, Jandro, Season, Gabriel y yo fuimos a un billar saliendo. El billar era de mala muerte, la verdad. Además de que nos tocó al lado de los baños, sin puerta... hice unas jugadas que salían de "chiripa" y otras que desmostraban que mi verdadera vocación estaba en otra parte. Salimos a las 9:45 p.m. Yo creía que iba alcanzar camión pero...

Llegué a la parada del camión a las 10:00 p.m. y éste nunca pasó. Estuve una hora esperándolo. Parado, todo sacado de onda. Me fui a la avenida Juárez donde pasan dos rutas de trolebuses. Mientras esperaba, sobre la avenida, un carro con un borracho adentro estaba parado, detenido literalmente y sólo causaba la ira de los demás conductores y mínimo dos veces hubo choque casi inminente... pero por suerte, no fue así. Esperé hasta las 11:15 y la ruta de uno de los trolebuses pasó, pero no era la que yo esperaba. Sin embargo, me subí porque desde hacía rato estaba decidido a tomar un taxi así que me saldría más barato por lo menos subirme al trolebús y bajarme lo más "cerca" posible de mi casa, me subí esto pasó:

¡Un gringo estaba tocando la guitarra y cantando canciones de Los Beatles! Cantó I want to hold your hand y And I love her. Sin contar la hora, nunca había visto a un extranjero hacer lo que hacen la gente con menos recursos por dinero. Cantar. Le dí un peso, todo lo que tenía de cambio. Incluso la gente se portaba más amable que cuando cualquier otra persona sube a cantar. Pero bueno.

Me baje del trolebús porque escuhé decir a chofer que la otra ruta (la que yo esperaba originalmente) sí iba a pasar. Estaba a las 11:25 de la noche a un costado del Hospicio Cabañas esperando el camión. Aproveché ese momento para hablar solo porque no había ni una sola persona a mi alrededor y para planear lo que ahora escribo. Los minutos pasaban y el trolebús no pasaba. Me estaba desesperando. Más de lo que ya estaba. Una hora atrás ya había decidido nunca más salir los viernes por la noche, hasta que no tuviera carro o la hora máxima de despedida fuera a las 9 de la noche.

Mientras estaba esperando, vi toda una caravana de motocicletas, una pareja de darketos y como cuatro personas caminando por esa calle. Comenzaba a pensar que el chofer había mentido por diversión. Faltaban veinte minutos para la medianoche, ¡quién espera un camión a esa hora! Yo lo estaba haciendo, ya llevaba dos horas esperando. Cuando ya estaba decidido a tomar un taxi porque ya me había cansado de hablar conmigo mismo, en el fondo, como todo buen Deus ex machina, apareció el trolebús y yo sólo sonreía.

Pasaron un par de cosas más pero ya tengo mucho sueño y mañana tengo que despertarme temprano, mejor dicho en un rato. Así que buenas y para la posteridad.

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