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11 de diciembre de 2004

Como un fundido en negro de película...

Los gringos son muy buenos haciendo películas románticas hasta el y vivieron felices para siempre. Los franceses son mejores para lo que viene después. No sé quién gana con lo qué hay en medio, lo que no aparece en la película, supongo que nadie, quizás el espectador.

Tres películas en una semana no está mal. El miércoles El Ojo, ayer Temporada de Patos, hoy El Apartamento. Fue un agradable encuentro y saludo lejano con la pantalla que proyectaba la película de ayer. La de hoy me gustó especialmente por un track de la banda sonora musical. Nunca imaginé que una de mis bandas favoritas apareciera en el OST.

Tengo en mente otra escena para una película no hecha. Tiene que ver con los dedos de la mano. Con el dedo gordo deslizándoce sobre los otros cuatro, rápidamente. Si estuviera escrito lo representaría así: 1, 2, 3, 4. Cada número es un dedo y cada vez que se enuncien los números significa que el personaje está nervioso, exasperado, inquieto (porque está tocando sus dedos). 1, 2, 3.

También se me ha ocurrido un monólogo hablado por un joven que camina por la calle y le intentan vender un celular. Él no lo comprará y de ahí surgirá todo su discurrir mientras camina por el centro de Guadalajara.

El concepto de seres continuos e incontinuos ha venido a aclarar muchas cosas al igual que el concepto del solitario que aspira a la armonía, a la contraposición con el otro.

Pero mientras vas en el camión, después de salir del cine, con la luz tenue del sol entrando por los vidrios del minibús, escuchando las ligeras ráfagas de viento entrar por las ventanas, apreciando las ondulantes sombras de árbol que acarician los objetos y sujetos urbanos, mientras toda esta quietud postcinematográfica desciende en las cosas, uno recarga derrotado sobre el cristal, la cabeza, pensamientos, entonces la luz-espejo le ciega a uno la vista y la lucidez desaparece como un fundido en negro de película...

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