La lista comenzó, todos escuchaban atentos las esperadas soluciones, respuestas que resolverían todos sus problemas. Pasaron varios días y el dictado continuaba, hasta que llegó el séptimo día y la enunciación de listas terminó. Alegres todos regresaron a sus casas, porque las respuestas finalmente habían llegado a ellos. Sólo aquel hombre que se había rehusado a asistir a un evento tan infame, buscaba en sus manos y en su mente cosas que no necesariamente eran soluciones o respuestas. La gente con las respuestas vivía en sus ciudades con la vida resuelta. Aquel hombre murió solo, en una habitación que él mismo construyó, a las afueras de la metrópoli. Las personas que primero encontraron su cuerpo, sólo pudieron ver el esbozo de una sonrisa en su rostro...
...al final de su habitación se entreveía un tocadiscos viejo, que reproducía sonidos extraños, melodías que ninguno de los presentes habían escuchado o por lo menos oído nombrar antes. Dejaron ahí el cuerpo, mientras sus pies marchaban sobre el barro, cargando sobre sus hombros el fonógrafo.
0 comentarios:
Publicar un comentario