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26 de diciembre de 2006

Ser tráfico

Lo que quería escribir hoy era una ficción sobre la gente de Guadalajara. Sobre una hipotética reacción respecto al aumento del precio del transporte urbano a $4.50. La idea surgió porque hoy vi una escena en el camión que bien pudo haberse repetido en el transcurso de este día en otros camiones:

Primer acto
Una señora no quiere pagar la nueva tarifa. Su esposo tampoco, lo cual es ya algo peligroso para el abnegado chofer.
Segundo acto
Uno y otro comienzan a discutir. Hasta este momento el público dentro del camión todavía no grita: "¡ya vámonos!". Eso pasa cuando comienzan a hablarse con cariño, afecto y respeto.
Tercer acto
El chofer invita al pasajero a dialogar el asunto con más calma y comodidad fuera del camión. Al final, las cosas no pasan a mayores, al menos la indignación no se muestra ya físicamente.

El caso es que se me ocurrieron planes alternativos contra la impotencia de mucha gente por este repentido aumento. Para otra gente dan igual cincuenta centavos más, pero también esto está dirigido para ellos. Si suben el precio del camión, tren, trolebús y demás transportes, que sea coherente el aumento del salario mínimo también. ¿Qué no?

¡SOLUCIONES!:

-En la medida de lo posible: caminar.

-Use la bicicleta de una buena vez, que igual matamos dos pájaros de un tiro y México baja del nada honroso ranking de los primeros lugares de obesos en el mundo.

-Si usted utiliza coche y conoce de vecinos que por las mañanas van hacia los mismos rumbos... ¡qué le cuesta darles un aventón! (se lo agradecerán en su cumpleaños, Navidad y otras fechas sensibilizantes).

-Taxistas: hoy es tiempo de actuar y aprovechar la situación (si es que los convence el aspecto monetario...). En vez de andar vagando sin pasaje de un lado pa' otro, pueden establecer rutas económicas alternas.

-Si es inevitable el uso del camión dígale al chofer "Nomás traigo cuatro pesos". Lo más probable es que el chofer no lo deje subir, pero no desista. Si todos tomamos esta actitud muy pronto los camiones se verán vacíos y los choferes pensarán "Pos ya mejor cuatro pesos que nada...". Y muy pronto el precio volverá a bajar...

-Recuerde la culpa no es suya, ni del chofer, ni de los demás pasajeros. Recuerde que en el pasado todas las movilizaciones civiles para impedir cambios (de precio, de horario de verano, de gobernantes, de injusticias y de porciones) fueron bien escuchadas. Confíe. Alguien le hará saber la buena noticia.

-Y si nada le convence: sea cómplice. Igual es más fácil y también hay un club. Ser tráfico.

20 de diciembre de 2006

No quiero convencer a nadie de nada

Jaime Sabines

No quiero convencer a nadie de nada. Tratar de convencer a otra persona es indecoroso, es atentar contra su libertad de pensar o creer o de hacer lo que le dé la gana. Yo quiero sólo enseñar, dar a conocer, mostrar, no demostrar. Que cada uno llegue a la verdad por sus propios pasos, y que nadie le llame equivocado o limitado. (¡Quién es quién para decir "esto es así", si la historia de la humanidad no es más que una historia de contradicciones y de tanteos y de búsquedas?)

Si a alguien he de convencer algún día, ese alguien ha de ser yo mismo. Convencerme de que no vale la pena llorar, ni afligirse, ni pensar en la muerte. "La vejez, la enfermedad y la muerte", de Buda, no son más que la muerte, y la muerte es inevitable. Tan inevitable como el nacimiento.

Lo bueno es vivir del mejor modo posible. Peleando, lastimando, acariciando, soñando. (¡Pero siempre se vive del mejor modo posible!)

Mientras yo no pueda respirar bajo el agua, o volar (pero de verdad volar, yo solo, con mis brazos), tendrá que gustarme caminar sobre la tierra, y ser hombre, no pez ni ave.

No tengo ningún deseo que me digan que la luna es diferente a mis sueños.

17 de diciembre de 2006

Mensaje oculto en el reloj

Hasta el día de hoy me doy cuenta que el reloj de mi casa tiene una leyenda escrita dentro del círculo de los números. Dice lo siguiente:
Open eyes. You can see dreams come to you every night. Open skies. Now you will listen to the melody that plays on deep inside your mind.

Pero también se olvidan de que el material de los sueños está hecho con la realidad. Soñamos lo que vemos. Incluso algunos entes particulares, prefieren la vigilia.

14 de diciembre de 2006

Sacando una muela

Hay algunos trucos para que no duela. Algunos dentistas que se ponen a hablar contigo sobre el fútbol, sobre las chavas o sobre cualquier otro tema de actualidad que desvíe tu atención. Algunas veces funciona, otras no, depende de la ingenuidad del paciente.

El dentista debe tener experiencia en estos asuntos. Si no logra que el carcomido enclenque de la muela picoteada se tranquilice, la operación puede complicarse. La radio, la tele prendida, todo vale para distraer al descuidado de la higiene bucal.

Así me siento ahora. Cuando debo prevenir y poner mi atención en la operación y aceptar el dolor, quizá la asistente ha prendido el televisor y la radio, han encedido todas las charlas. La atención estoica tambalea, estoy a punto de caer tendido ante el alivio distractor, canal de estrellas.

Aguanta, aguanta...

11 de diciembre de 2006

La forma de querer tú

Pedro Salinas

La forma de querer tú
es dejarme que te quiera.
El sí con que te me rinde
es el silencio. Tus besos
son ofrecerme los labios
para que los bese yo.
Jamás palabras, abrazos,
me dirán que tú existías,
que me quisiste: jamás.
Me lo dicen hojas blancas,
mapas, augurios, teléfonos;
tú, no.
Y estoy abrazado a ti
sin preguntarte, de miedo
a que no sea verdad
que tú vives y me quieres.
Y estoy abrazado a ti
sin mirar y sin tocarte.
No vaya a ser que descubra
con preguntas, con caricias,
esa soledad inmensa
de quererte sólo yo.

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The form of your loving

The form of your loving
is to let me love you.
The yes with which you yield to me
is silence. Your kisses
are an offering of lips
so I can kiss them.
Never words or arms
will tell me you existed,
loved me: never.
Blank pages tell me,
maps, auguries, telephones;
not you.
I hold you
not asking you, out of fear
it may be untrue
that you live and want me.
I hold you
without looking and touching you.
Fearing to reveal
with questions or caressing
the immense solitude
of me alone wanting you.

9 de diciembre de 2006

No seas tan sobrio, ¿sobres?

A ver, pues cuenta un chiste. Tendría que ir a google y tener la suerte de encontrar uno que me haga reír. Pon el chiste del día y ya, para que te vayas a dormir mijo:

- El amor eterno dura aproximadamente 3 meses.
- No te metas en el mundo de las drogas, ya somos muchos y hay muy poca.
- Todo tiempo pasado, fue anterior.
- Tener la conciencia limpia es síntoma de mala memoria.
- El que nace pobre y feo, tiene grandes posibilidades de que al crecer, se le desarrollen ambas condiciones.
- Los honestos son inadaptados sociales.
- El que quiera celeste, que mezcle azul y blanco.
- La esclavitud no se abolió, se cambió a 8 hrs. diarias.
- Si la montaña viene hacia ti, ¡corre!, es un derrumbe.
- Lo importante no es ganar, sino hacer perder al otro.
- No soy un completo inútil, por lo menos sirvo de mal ejemplo.
- La droga te Buelbve bvrrutto.
- Si no eres parte de la solución, eres parte del problema.
- Errar es humano, pero echarle la culpa a otro, es más humano todavía.
- El que nace pa' tamal, nunca ta' bien.
- Lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe.
- Yo no sufro de locura, la disfruto a cada minuto.
- Es bueno dejar el trago, lo malo es no acordarse donde.
- El dinero no hace la felicidad, la compra hecha.
- Una mujer me arrastró a la bebida, y nunca tuve la cortesía de darle las gracias.
- La inteligencia me persigue, pero yo soy más rápido.
- Huye de las tentaciones, despacio, para que puedan alcanzarte.
- La verdad absoluta no existe, y esto es absolutamente cierto.
- Hay un mundo mejor, pero es carísimo.
- Ningún tonto se queja de serlo, no les debe ir tan mal.
- La mujer que no tiene suerte con los hombres, no sabe la suerte que tiene.
- No hay mujer fea, sólo belleza rara.
- La pereza es la madre de todos los vicios, y como madre, hay que respetarla.
- En cada madre hay una suegra en potencia.
- Lo importante es el dinero, la salud va y viene.
- Trabajar nunca mató a nadie, pero, ¿para qué arriesgarse?
- No te tomes la vida en serio, al fin y al cabo no saldrás vivo de ella.
- Felices los que nada esperan, porque nunca serán defraudados.
- El alcohol mata lentamente, no importa, no tengo prisa.
- La confusión está clarísima.
- Mátate estudiando, y serás un cadáver culto.
- Lo triste no es ir al cementerio, sino quedarse.
- ¿Para qué tomar y manejar, si puedes fumar y volar?
- Dios mío, dame paciencia, pero damela, ¡YA!
- De cada diez personas que miran televisión, cinco son la mitad.
 
Cuánta seriedad...

6 de diciembre de 2006

Filosofía del movimiento humano

¿Puede afectarnos una nota musical sin que exista en nosotros algo que le corresponda? O, dicho de otro modo: ¿podremos captar una impresión en nuestro cerebro si éste no posee ya la capacidad de recibirla?

La voluntad libre tampoco es, a su vez, mucho más que una abstracción, y significa la capacidad de actuar conscientemente, mientras que, bajo el concepto de fatum, entendemos el principio que nos dirige al actuar inconscientemente. El actuar en sí y para sí conlleva siempre una actividad del alma, una dirección de la voluntad que nosotros mismos no tenemos por qué tener ante nuestros ojos como un objeto. En el actuar consciente podemos dejarnos llevar tanto más por impresiones que en el actuar inconsciente, pero también tanto menos. Ante una acción favorable suele decirse: «me ha salido por casualidad». Lo cual no necesita en absoluto ser verdadero. La actividad psíquica prosigue su marcha siempre con la misma intensa actividad, aun cuando nosotros no la contemplamos con nuestros ojos espirituales.

Es como si, cerrando los ojos a la luz del sol, opinásemos que el astro ya no sigue brillando. Sin embargo, no cesan ni su luz vivificante ni su calor, que continúan ejerciendo sus efectos sobre nosotros, aunque no los percibamos con el sentido de la vista.

Libertad de la voluntad y fatum.
Friedrich Nietzsche.
Nota:
Fatum: 1. Decisión irrevocable de un Dios. 2. Destino.

2 de diciembre de 2006

Terapeutas

Reunidas todas las emociones quieren
ser terapeutas de finales vueltos,
pero la vocación al no ser sincera
cuatrapea los cabellos, deshace camas,
llora la virtud berrinches como
enferma de nostalgia.

Exageran cómicos que montan una tragedia,
olvidan las líneas y se carcajean
cuando el padre saca el ojeroso tono fruncido.
¡Mala flor de-función! Viene el doctor
a lidiar con los falsos curadores...

Sin tomar signos vitales de esos que
ocultados a la auscultación,
sonajean cal y madera que circulan
sangre y células y latidos del corazón;
estornuda el doctor
cerebros, piezas
manos, heladas
espadas.

No hay tal enfermedad tantas veces,
no hay tantos sobres para cartas,
con un pliego de prescripciones asaltan
y vuelven a saltar las tercas emociones
uno o dos
recuerdos de pechos congestionados
que viran la espalda ofreciendo
emociones locas de personalidad
latente de correr
soñando en canciones
revueltas, usurpando los
confines de una rabia
que cree poder
enmendar su dolencia
y afección por
las lunas
vistas
junto
a ti.

29 de noviembre de 2006

¿El clavel te hace bonita o tú bonita al clavel?

Fue extraño escuchar parte de la letra de una canción de flamenco, que parece más un piropo, en la conferencia del Coloquio de la Cultura. Aunque fue refrescante, fue imprevisto. Mi perspectiva del flamenco es nula, desconocozco muchas cosas. Pero me gustaría aprender.

Escuché algunos nombres como Niña Pastori y Dorantes, entre otros. Voy a buscar. ¿A qué viene todo esto? A que esta semana Andalucía es la región del mundo invitada a la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. Hoy fue el primer día que asistí y es emotivo volver a escuchar el acento español a cada rato.

Carne vegetal

Llamarle ramas o raíces
con profundo acento a
las curvas de nuestra vida

a la experiencia vegetal,
planta en el desierto
que abarca un mes de llanura,
sombra que da sustancia:
¿has de crecer con soltura?

del reflejo
las flores huyen,
querer ser sol,
es la inocencia del
charco.

Tomar una actitud botánica. Si Dios ha de existir no será en el aire o la montaña, en las praderas o en la pesadez de las nubes; la divinidad es planta pronunciada palabra, carne vegetal.

Entre ramas o raíces de acentuada sequía, se recoge cuando hace lluvia.

24 de noviembre de 2006

22 de noviembre de 2006

Al mal tiempo, buena cara...

Y si debo guardar silencio un tiempo, pues que así sea. Si debo aclarar ciertas situaciones, así sea. El mundo seguirá girando, tomaré los detalles buenos y malos, los volveré a disfrutar en recuerdos. Mis errores y los suyos, señor Almirante. Atentamente: el Comité de Autoayuda.

Quizá no encuentre respuestas en todos los sitios. No me conformaré con las pistas, pero tampoco puedo aspirar al saber último. Seguridad e incertidumbre son todas nuevas bajo el sol. Mi actitud reflejará el significado que le doy a tal experiencia vivida, no más complicaciones. Media sonrisa, llena de total alegría. Quiero caminar con serenidad. Y de esta manera pedirte disculpas si mi comportamiento dejó aire a mareas.

Un buen día las olas dejarán el mar, cansadas de ir y venir. Su comunicación con la sal habrá sido fructífera. Sólo la luna tendrá nostalgia de las que fueron sus hijas.

De esta manera tendremos buena memoria de ti: amada vigilante de la torre, la torre que construimos juntos y hemos de dejar atrás.

16 de noviembre de 2006

Mirar a los ojos

Pero dejar a un lado la presunción y sólo mirar a los ojos. Hacer a un lado la poesía y sólo mirar a los ojos. Recalcitrantemente adverbiado, sólo quiero mirar tus ojos.

Bajar el volumen de lo voluble e inviable. Descender por el iris hasta la retina, en donde una choza de paja construida entre miradas ausentes de ojos nos esperan.

Y entonces, aguardar a que cierre la choza su puerta a la vista, colibrí de parpadeos, aprobatoria del ciego. Última condicional bronceada de espacio blanco que flota como caricia esperada entre los cuerpos. Inevitable y dolorosa presunción poética.

12 de noviembre de 2006

Simposio de las emociones

Aprecio los intercambios generosos, mientras que disgusto de las representaciones teóricas sobre las posibilidades momentáneas. Difiero, sin embargo aprendo. Incluir a las emociones como materia carnal de nuestros sentimientos. El simposio de las emociones comienza:

Día I
Nostalgia. La geografía hará más profundos los ojos y sus horizontes. Angélica que se marcha y una estela que dejará en su camino. Es un mapa para encontrar a los amigos. Nota: Aprender de Hansel y Gretel.

Día II
Nervios. Coferencias y exposiciones académicas en la facultad. Participación activa en el proceso de aprendizaje. Sentarse y argumentar lo sucedido al andar. Nota: Escuchar a los oídos.

Día III
Enamoramiento. Caminar con flores en la mano por toda avenida Vallarta es andar en círculo, espectáculo para transeúntes insatisfechos. Día holgado en entrevistas a nuestros corazones risueños. Transmisión en vivo. Anota...

6 de noviembre de 2006

Song

by Allen Ginsberg.

The weight of the world
is love.
Under the burden
of solitude,
under the burden
of dissatisfaction

the weight,
the weight we carry
is love.

Who can deny?
In dreams
it touches
the body,
in thought
constructs
a miracle,
in imagination
anguishes
till born
in human--
looks out of the heart
burning with purity--
for the burden of life
is love,

but we carry the weight
wearily,
and so must rest
in the arms of love
at last,
must rest in the arms
of love.

No rest
without love,
no sleep
without dreams
of love--
be mad or chill
obsessed with angels
or machines,
the final wish
is love
--cannot be bitter,
cannot deny,
cannot withhold
if denied:

the weight is too heavy

--must give
for no return
as thought
is given
in solitude
in all the excellence
of its excess.

The warm bodies
shine together
in the darkness,
the hand moves
to the center
of the flesh,
the skin trembles
in happiness
and the soul comes
joyful to the eye--

yes, yes,
that's what
I wanted,
I always wanted,
I always wanted,
to return
to the body
where I was born.

3 de noviembre de 2006

Piropos: ¿qué comen los pajaritos?

El tema "de la vista nace el amor" (sarcasmo) parece que ha iniciado el diálogo ya. Creo que es conveniente publicar las opiniones dejadas en los comentarios, para que la charla tome curso.

"Hey Pablo, yo creo que estas totalmente correcto en esto. Cuando uno o más hombres (a veces andan en manadas) empiezan a hacer comentarios ofensivos o a veces hasta hacercarse y querer tocarte, una no puede evitar sentirse atacada, herida e insegura de caminar por la calle. He tenido amigas que han sido 'manoseadas' por no razon mientras caminaban hacia su casa. No solo te degradan como persona a un simple objecto pero te bajan la moral y te dejan ´´traumatizada de por vida, conciente o inconcientemente, a que simpre tienes que estarte cuidando o alguien puede intentar dañarte en cualquier lugar y hora.

Otra cosa importante a mencionar es que a veces no solo son los 'otros' -hombres ajenos a ti-, quienes practican estas miradas predadoras a cualquier par de piernas que pasen por la calle, me ha pasado que voy con mis amigos o hasta con mi pareja y no pueden contenerse a fumigar con la mirada a las muchachas que pasen enfrente tuyo, como crees que esto nos hace sentir? No por que demandemos completa atencion absolutamente todo el tiempo que compartimos con alguien del sexo opuesto, pero es como si fueran adictos a hacerlo, y no hay manera de contenerse, no bajo ninguna situacion.

Asi que como tú dices, ojala los hombres que hacen esto, pudieran tomar la iniciativa de ser mas respetuosos para con las mujeres a su alrededor y refrenarse de estas practicas tan desagradables."
Miriam | 10.31.06 - 10:35 am


"Te comento que leí tu post y me gustó, está muy bien escrito y el tema da para todo un ensayo … jejeje.
Pero debo decirte que difiero. El respeto entre seres humanos no pasa por miradas o frases obscenas que te digan por la calle. La razón para que ocurran estas situaciones (que sí, son incómodas y en lo personal a mí me ha pasado) proviene de algo más profundo, pues las miradas no son una causa en sí, sino son un síntoma, un efecto de la forma en que se conciben las relaciones hombre – mujer en esta sociedad tan afecta a las distinciones de género. A qué me refiero con esto: “no te trato como ser humano que eres, no, primero veo si eres hombre mujer o quimera, y a partir de eso, de tu sexo, veo como dirigirme a ti”.

Para mi desde el vamos eso es un una forma limitadísima de ver a los individuos y que te encasilla en estereotipos inútiles que esterilizan las relaciones y las sexualizan en exceso. Y como estamos en una cultura de la represión (ah no como, sexo, pensar o hablar de sexo, como es posible?) ahí tenemos una válvula de escape excelente para todo lo que está reprimido y no se puede soltar. Qué mejor que el anonimato, el ser un transeúnte gritándole alguna vulgaridad a una desconocida, y claro, como tú dices, que los demás machos de la manada vitoreen la valentía de este sujeto capaz de … hacer una alusión sexual! Guau que fuerte. Dijo nalga, dijo culo, dijo sexo. Que fuerte. Es una sociedad muy infantil la que genera este tipo de actitudes. Eso es lo que hay que analizar.

A mí en lo personal me parece que voltear la cabeza no es algo tan fuerte. No me molesta en absoluto y hasta me da risa. Sí me molestarían miradas insistentes de extraños, y creo que me metería a una tienda o iría a un lugar donde me sintiera segura. Si las recibiera de amigos, como dice Miriam, jajaja pues les aplicaría la misma, me los comería con la mirada, a ver qué se siente. Y lo que sí me molestó y mucho, creo que nunca grité tantas groserías en mi vida en una calle, fue una vez que un idiota en bicicleta pasó y me dio una nalgada. Dios como le grité hasta de lo que se iba a morir a ese infeliz. Pero por suerte no pasó de nuevo y ahora me cuido mucho de los ciclistas.
Noelle | Homepage | 10.31.06 - 1:07 pm


"1° creo que no hay nada de malo en mirar, a mí me gusta ver hombres guapos cuando pasan, o aunque no estén guapos me gusta ver ciertas personas -a veces también mujeres- que tienen algo que los distingue: su belleza, su forma de vestir, su forma de comportarse, es una primera manera de conocer al otro.

2° cuando pasa de miradas ahí el asunto cambia, yo he golpeado hombres que me tocan -aunque me da pena reconocer- y los he puesto en evidencia... no sé si hago bien o mal pero cuando me ha pasado la verdad es que acumulo mucho coraje contra ellos, quisiera correr detrás de ellos y golpearlos mucho o enseñarles que eso no se hace... sí soy muy violenta pero es difícil reaccionar contra eso ¿qué dices Jesús, la otra mejilla?...

3° sobre las relaciones personales se puede decir mucho... en nuestra cultura muchas personas crean relaciones dependientes o de mero intercambio... yo hago esto por ti y espero lo mismo a cambio y ay de ti que no me lo des... y dónde quedó el amar... el dar por ver feliz al otro, el verse realizado en la realización del otro, el dejar de pensar siempre en uno mismo??? en las relaciones que conozco veo poco amor. Veo mucho compromiso, mucha convivencia, mucho agrado, muchas pláticas, muchos besos, muchas salidas, muchos pleitos, mucha posesividad, muchos celos, mucha inseguridad, mucha lucha (jeje) de poder, mucho qué dirán... y muchísisisissimas convenciones !qué horror, no se besan en la boca todo el tiempo!"
airal | 10.31.06 - 3:41 pm


"Je, lo más chistoso del asunto es que muchos de estos hombres realmente creen que las mujeres se sienten halagadas con sus frases obscenas, creen que a una la hacen sentir bella, caray, se les olvida que las cosas se toman de quién viene..."
verito | Homepage | 11.02.06 - 3:54 pm


"Es parte de la idiosincracia (uy...), y va muy entonado con lo del albur. O sea que una mirada crea un albur, un desdoblamiento jacarandoso del "yo" mexicano.

Muy cierto lo de tomar las cosas de quien viene. Además, un grito, una entonación, una mirada furtiva y tenaz, o una caricia malograda, no debieran significar nada más (visto muy poéticamente) un único intento -urbanístico y casual- a aspirar "la" totalidad de alguien.

No que lo haga. El quedarse extático contemplando belleza (o algún rasgo, gesto o quehacer corporal) implica grado de machismo y demostrar algo ante algún tipo de manada?

Y lo de Baudelaire y su poema "A una que pasa"? No contaban con su astucia."
Anonymous | 11.03.06 - 3:31 am


"A mi parecer, si fuera parte de la idiosincracia del mexicano, afectaría tanto a hombres como a mujeres.

Estoy seguro que tanto hombre y mujeres si ven a una persona atractiva por la calle, su presencia les alegrará la vista e incluso puede que la busquen con la mirada, pero en un 95% de las ocasiones las mujeres no van más allá de esto. Toma a un grupo de féminas un jueves a las 2:00 de la tarde, han salido de trabajar, están en el camión y si ven un chico guapo su reacción no sería la misma que la de un grupo de hombres, por ejemplo.

¿Hay algún poema que se titule "A uno que pasa"? Creo que la intención poética es muy distinta a la sexual, que es muy común apreciarse casi diario."
Pablo | Homepage | 11.03.06 - 10:10 am

....¿Hay tema para rato?

30 de octubre de 2006

Piropos: ¡mamacita...!

Aunque hay cosas que no se pueden generalizar en una sociedad, hay otras que definitivamente sí. Sobre todo la forma en que actuamos en la cotidianidad urbana. O nuestras relaciones interpersonales genéricas. Estoy tentado a decir que todos los mexicanos, varones y mujeres, interactúan de manera distinta entre miembros del mismo género y con miembros del sexo opuesto.

Hay cosas con las que uno puede convivir, incluso que son parte tan personal e íntima que no se notan, hasta que le buscamos un sentido. Voy a hacer una interpretación desde mi punto de vista sobre uno de los sentidos que pasan, pasaron y pasarán mañana sobre algo muy específico: girar la cabeza. Pero no girar la cabeza sólo porque sí, ¡no! Hablo sobre ciertos varones que giran la cabeza, el cuerpo, toda su atención a las mujeres que caminan por la calle. ¡Me parece horrible!

Primero lo primero. ¿Nunca han visto a viejos, jóvenes, adolescentes, albañiles o ejecutivos, guapos o feos, altos o chaparros, morenos o blancos... como sean? ¿No los han visto mirar mujeres como desesperados, una tras otra, con cara de una "vaga" locura perversa? Para mí es sólo un reflejo de la insatisfacción, no tanto de la apreciación o admiración, porque no es cortés, seguro es incómodo para una mujer. Para cualquier persona lo sería, a menos que fuera un hombre-anuncio que desesperadamente busca clientes en la calle.

Me parece que esta simple y diaria actitud nos configura de tal modo que la felicidad, la belleza y la contemplación se ven mermadas y degradadas a grados infames. Además ese es sólo el principio de una construcción cultural más profunda. Muchas veces acompaña a la mirada un piropo (construcción sexista), que resulta grosero, inapropiado, ofensivo o simplemente una presentación equivocada.

No estoy hablando de comentarios respetuosos o halagadores, esos son bienvenidos casi siempre. Un gesto de amabilidad como una sonrisa o un saludo cortés, no son exclusivos de hombres o mujeres. Es una manera de mejorar las relaciones humanas. No obstante, si continuamos analizando esta construcción cultural, hay que analizar cuál es la finalidad, la intención o el significado de que un hombre se comporte como rehilete a mil por hora.

Hay hombres que se conforman con tener este tipo de contacto con una mujer, lo cual amedrenta la capidad de relacionarse con el sexo opuesto de manera activa. Existen los lugares apropiados y maneras mucho mejores de acercarse a una persona de nuestro agrado, aunque claro, dependerán siempre las intenciones de los participantes. ¡Pero qué intención puede tener una mujer que camina por la calle rumbo a cualquier parte! Esa nada más, dirigirse a un sitio que no nos importa.

Muchas veces y quizá exagerando un poco, o no, la finalidad de esto es ver si se puede "pegar chicle". Obtener un "reconocimiento" casual y sin compromiso alguno. Demostrar a los "miembros del gremio viril" que hay un macho con facultad de "aproximación" poderosa. Quizá sólo sea el transfondo que yace en el inconciente genérico colectivo. La cantidad sobre la calidad en las relaciones. Me parece insano para la estabilidad emocional de los individuos.

La mujer se transforma muchas veces en objeto sexual y cuando esto es todos los días, esta actitud permea en la actitud de las mujeres también. Pero eso no me corresponde a mí describirlo tanto desde mi perspectiva. Sin embargo, creo que desde esta visión nuestras relaciones se degradan, impulsan un sentido de precaución permanente, por ser observador o por ser vista...

También quería hablar sobre cómo nos relacionamos hombres y mujeres en México. Porque muchas veces buscamos desde el prototipo de la víctima, conseguir afecto. Sin embargo, estas relaciones también corrompen o por su caracter flagelante, infunden relaciones inestables.

Bueno, a qué quiero llegar con todo esto, pues a identificar cómo y cuáles son algunos de las cuestiones a debatir y considerar para mejorar las relaciones que tenemos como sujetos dentro de una sociedad. Quizá podamos mejorar como personas.

¡Bien, ahora quiero escuchar algunos comentarios de su parte! Iniciar un diálogo.

29 de octubre de 2006

El puente

Franz Kafka

Yo era rígido y frío, yo estaba tendido sobre un precipicio; yo era un puente. En un extremo estaban las puntas de los pies; al otro, las manos, aferradas; en el cieno quebradizo clavé los dientes, afirmándome. Los faldones de mi chaqueta flameaban a mis costados. En la profundidad rumoreaba el helado arroyo de las truchas. Ningún turista se animaba hasta estas alturas intransitables, el puente no figuraba aún en ningún mapa. Así yo yacía y esperaba; debía esperar. Todo puente que se haya construido alguna vez, puede dejar de ser puente sin derrumbarse.

Fue una vez hacia el atardecer -no sé si el primero o el milésimo-, mis pensamientos siempre estaban confusos, giraban siempre en redondo; hacia ese atardecer de verano, cuando el arroyo murmuraba oscuramente, escuché el paso de un hombre. A mí, a mí. Estírate puente, ponte en estado, viga sin barandales, sostén al que te ha sido confiado. Nivela imperceptiblemente la inseguridad de su paso; si se tambalea, date a conocer y, como un dios de la montaña, ponlo en tierra firme.

Llegó y me golpeteó con la punta metálica de su bastón, luego alzó con ella los faldones de mi casaca y los acomodó sobre mí. La punta del bastón hurgó entre mis cabellos enmarañados y la mantuvo un largo rato ahí, mientras miraba probablemente con ojos salvajes a su alrededor. Fue entonces -yo soñaba tras él sobre montañas y valles- que saltó, cayendo con ambos pies en mitad de mi cuerpo. Me estremecí en medio de un salvaje dolor, ignorante de lo que pasaba. ¿Quién era? ¿Un niño? ¿Un sueño? ¿Un salteador de caminos? ¿Un suicida? ¿Un tentador? ¿Un destructor? Me volví para poder verlo. ¡El puente se da vuelta! No había terminado de volverme, cuando ya me precipitaba, me precipitaba y ya estaba desgarrado y ensartado en los puntiagudos guijarros que siempre me habían mirado tan apaciblemente desde el agua veloz.

26 de octubre de 2006

Jugar en equipo

Hay cosas que nosotros no podemos hacer solos. Los amigos de Sofía, cada vez que se ponía a hablar sobre la globalización, la pérdida de la fe en una ideología, el relativismo imperante en el mundo y otras chacotas pendencieras, confabulaban juntos ejemplos concretos que Sofía generalmente no podía resolver. ¿Cómo consolar al que pierde a un ser querido, cómo castigar a un pedófilo o cómo erradicar la corrupción en su país? Ella se queda pensando.

¿Por qué los patos vuelan en V?

"El primero que levanta vuelo abre camino al segundo, que despeja el aire al tercero, y la energía del tercero alza al cuarto,que ayuda al quinto, y el impulso del quinto empuja al sexto, cuando se cansa el pato que hace punta, baja a la cola de la bandada y deja su lugar a otro pato. Todos se van turnando, atrás y adelante y así, van juntos los patos en el alto cielo:

CON LA FUERZA DEL VUELO COMPARTIDO.

Y cuando algún pato, exhausto, se queda en el camino, dos patos se salen del grupo y lo acompañan y esperan, hasta que se recupera... o cae ..."

Sofía, algunas veces, vuela en V con sus amigos.

Repartir el pan

El cristianismo histórico, según Crossan, es fruto de tres tradiciones que se fueron entrelazando. La primera es la Tradición de la Vida, que enfatiza los dichos de Jesús y propone un modo de vida inspirado en sus comportamientos libertarios. Tiene un cuño campesino, pues medró en la Galilea rural. La segunda es la Tradición de la Muerte y de la Resurrección, que procuraba entender por qué Jesús fue asesinado si después fue resucitado. La resurrección era entendida en el cuadro de la apocalíptica, que afirmaba el carácter cósmico del fenómeno: el comienzo de la renovación del mundo y de la transfiguración del ser humano. Ésta es más urbana, pues fue elaborada a partir de Jerusalén. La tercera es la Tradición de la comida común. Eran tanto comidas reales como comidas compartidas comunitariamente que simbolizaban la justicia equitativa de Dios. Lo importante no era el «pan», sino «repartir» el pan. En este contexto se situaba la celebración de la eucaristía. La Tradición de la comida unía las dos tradiciones referidas.

Fuente: Boff, Leonardo, Los años perdidos del cristianismo, 2006-05-05.

24 de octubre de 2006

La ciencia del sueño

Todavía sin ver la película La ciencia del sueño, ya tengo muchas ideas y hasta inspiraciones acordes al tema. ¿Que por qué? Pues porque el ambiente de un diario es muy parecido, lleno de subjetividad cuasirealista.

No hay miedo en sentarse a escribir un episodio de la vida cotidiana. Sin embargo, hay decisiones en cada selección de lo que vivimos. No podemos escribir 24 horas en una cuartilla. Pero sí hay comunión en el entendimiento.

Creo que por eso nos afanamos en comprender lo que vivimos con los demás, porque aunque no pronunciemos todas las palabras, a veces algunos gestos, silencios o metáforas serán convincentes para nuestra comunicación. Otras veces tendremos que elaborar una estrategia más complicada, prestar más atención, sólo escuchar o hablar. Si se abre una puerta como rostro, entonces saber corresponder con tacto.

Si vemos en otros, los más adelantados en el arte de vivir, el ejemplo del que anda, escuchemos sus consejos y sabias historias de lo que nos pasa. La ignorancia y nuestros errores son amaneceres para aprovechar ver nacer el Sol. Y así medir el tiempo con nuevos días.

19 de octubre de 2006

18 de octubre de 2006

Complicación de cuerpo y alma

Claro, hemos llegado hasta aquí y la pregunta es válida. Pensé que nunca la harías. Es que a mí no se me da iniciar este tipo de conversaciones. Sí, lo sé, es fundamental en una relación... pensaba que sólo con los actos que hacemos demostramos lo que sentimos. Tienes razón, los gestos no bastan. Es raro porque en los últimos años mi confianza en la comunicación y sus herramientas (las palabras) han aumentado. Siento que hay una verdadera correlación entre sentimientos y verbos. Claro, es una franja delgada que es sostenida por la voluntad y la verdad.

Me sorprende que lo digas. Yo también quiero eliminar ese afán idealista de nuestra imaginación. Pero el realismo, la certidumbre, la convicción nace como ideal primero. Cada línea dicha y cada mirada, cada diálogo sobre las cosas, las personas y los viajes contienen pizcas de lo otro...

Como toda brevedad que no busca encerrar para sí el trazo, dejemos en corpuscrito la grafía que rodeará las calles de nuestras fronteras. Complicación de cuerpo y alma.

14 de octubre de 2006

10 de octubre de 2006

Dar un beso es pronunciar todas las vocales

La palabra vocales es un sintagma que reconoce su contenido. La v o uve es lo que esconde y el resultado de tan misteriosa tipografía nos puede resultar así: uoales. Todas las vocales en la misma palabra.

Así, a veces mi nombre puede ser un anagrama, cuando los días monótonos, aburridos o en cuarentena, pliegan el calendario con tinta gris. Un Pablo puede ser: hablo, palo, bola, ola, ba...

Quizá antes, mis ideas del amor eran más nutridas de imaginación y mariposas en la panza, estupor catatónico del que sólo piensa. Me sentía tonto, sin respuesta, quizá apurado por mi civilización y sus costumbres tempranas. Pero hay recompensa para el que sabe esperar.

Llevamos la teoría a la práctica en los periodos maduros. A veces, ensayamos las palabras frente a un espejo, hermoso soliloquio vagante.

Dar un beso es pronunciar todas las vocales.

Las distracciones

Marc E. Boillat de Corgemont Sartorio

En un monasterio budista dos discípulos destacaban particularmente por su brillante inteligencia, si bien fueran muy diferentes el uno del otro.

El primero solía pedir al abad que le dejara salir del monasterio para ver el mundo y en él poder poner en práctica su zen. El otro se contentaba con la vida monástica y, aunque le hubiera gustado ver el mundo, esto no le creaba ningún afán en absoluto.

El abad, que nunca había accedido a los pedidos del primer monje, pensó un día que tal vez los tiempos eran maduros para que los jóvenes monjes fueran puestos a prueba. Les convocó, anunciándoles que había llegado el momento de que se fueran por el mundo durante todo un año. El primer monje exultaba. Dejaron el templo el día siguiente al amanecer.

El año transcurrió rápido y los dos monjes regresaban al monasterio con muchas experiencias para contar. El abad quiso verles para conocer lo que ese año había supuesto para ellos y qué habían descubierto durante su estancia en el mundo laico.

El primer monje, el que quería conocer el mundo material, dijo que la sociedad está llena de distracciones y tentaciones, y que es imposible meditar ahí fuera. Para practicar el zen no existe mejor lugar que el monasterio.

El otro, por el contrario, dijo que salvo algunos aspectos superficiales no encontró gran diferencia a la hora de meditar y practicar el zen en el mundo exterior. Por tanto, a su parecer, quedarse en el templo o vivir en sociedad, le resultaba igual.

Tras haber escuchado ambos relatos, el abad les dio a conocer su decisión: al segundo monje le concedió la autorización para que se fuera. Al primero le dijo: "será mejor que tú te quedes aquí, todavía no estás preparado".

29 de septiembre de 2006

Paredón de los lugares comunes

Así como nos ves, también nosotros tenemos un perro, a veces un gato, que al abrir la puerta lame nuestras culpas o ronronea ilusiones que nos duermen en el sofá.

También así escuchamos a nuestros abuelos engalanados en su frac de Borges o Hamelin, mientras comen tunas o un pico de gallo. Así se queman las tortillas en la lumbre, persiguiendo puertas de autobuses o dejando los libros a medio leer.

Vemos transcurrir limosnas ciegas, viejas, increíbles, cansadas y cantantes. No somos artistas ni mucho menos. Nosotros también hemos superado las barreras infinitas que rodean la ciudad. A veces tristes, escencialistas, malplan, no chingues, saltando charcos: grillos urbanos.

Así como nos ves, sonreímos para la foto. ¡Salud a todos! Partimos el pastel. Regamos lágrimas con el final triste o gritamos buuuuuuu si el revelado sale mal.

Incluso tenemos poemas plagados de prejuicios, oportunidades de verdad. Así como nos ves te vemos, largo y amplio paredón de los lugares comunes, residencia de nuestras procuraciones.

28 de septiembre de 2006

Tengo tanto sentimiento

Fernando Pessoa

Tengo tanto sentimiento
que es frecuente persuadirme
de que soy sentimental,
mas reconozco, al medirme,
que todo esto es pensamiento
que yo no sentí al final.

Tenemos, quienes vivimos,
una vida que es vivida
y otra vida que es pensada,
y la única en que existimos
es la que está dividida
entre la cierta y la errada.

Mas a cuál de verdadera
o errada el nombre conviene
nadie lo sabrá explicar;
y vivimos de manera
que la vida que uno tiene
es la que él se ha de pensar.

25 de septiembre de 2006

20 de septiembre de 2006

El lenguaje y la gramática

El empleo del lenguaje al parecer va más allá de la práctica cotidiana y rutinaria que le damos normalmente.

El lenguaje como facultad biológica, en relación a Chomsky, es la capacidad innata del ser humano de adquirir una serie de códigos que sirven para abstraer ideas e incluso construirlas. La lengua es este “producto social de la facultad del lenguaje y un conjunto de convenciones necesarias adoptadas por el cuerpo social para permitir el ejercicio de esta facultad de los individuos” (Saussure, 1985: 23).

El habla sin embargo, está constituido por el conjunto de las actuaciones lingüísticas individuales en las que se actualizan esas convenciones que constituyen la lengua. Este concepto está estrechamente relacionado con el que refiere a competencia comunicativa de Noam Chomsky. Consiste en la capacidad que tiene el hablante de aplicar, en el contexto adecuado, el conocimiento aprendido de su lengua (la gramática), por lo que esta competencia será diferente en cada individuo de acuerdo de diversos factores como son: entorno social del hablante, escolaridad, interés lingüístico. etc., ya que el hablante puede conocer en gran parte la gramática española por ejemplo, pero en un contexto determinado puede omitir estas reglas (no del todo, sino que haga coherente su discurso) y comunicarse legiblemente.

Nos regimos pues en base a una serie de estructuras conformadas tiempo atrás que están en constante evolución y que nos permiten hasta cierto punto ser creadores (creativos) con el material verbal disponible en nuestro contexto, esto es que con las palabras ya conocidas podemos nombrar e intercalar diversos significados tangibles y lógicos para de este modo, “hacer juegos lingüísticos”.

A mi parecer el conocimiento natural de la reglas gramaticales que menciona Chomsky me parecer una aseveración muy aventurada y ciertamente hipotética ya que está fundamentada en un hecho común, el que una persona adquiera una lengua materna, además que para descubrir la veracidad de esta sentencia tendríamos que analizar la estructura fisiológica mental del lenguaje algo que es imposible en nuestros días: saber cómo funciona nuestro cerebro y si es verdad que desde que nacemos tenemos ese conocimiento insertado en nuestra masa encefálica.

Para terminar, la mejor posición hasta ahora es que el lenguaje es resultado de la práctica social como necesidad del ser humano para explicar y dar significado al mundo que lo rodea, a los objetos físicos, reales en primer lugar para después formular conceptos tan complejos como el mito o la fe en Dios

16 de septiembre de 2006

15 de septiembre de 2006

Un corazón prácticamente nuevo

Este chico dice si para mí las sonrisas fueran suficientes, si tan sólo reflejaran la pasión que ahora está a la deriva... Un corazón prácticamente nuevo. Dice la película que el problema no son los errores sino la forma de resolverlos. Este chico dice "me cuesta tanto trabajo". Es una cuestión de enfoque y perspectiva ¿sabes? El color rojo incluso se ha esfumado, este chico en su dilema.

Se cuestiona el porqué y quiere creer que ese cuestionamiento es símbolo de vida y voluntad para resolver las cosas. Pero ¡oh fortuna!, ya no sabe si culpar a la genética o a las añejas costumbres que entumen por el frío. Este chico se pregunta, ¿cómo le hacemos?.

Le gustan los verbos que significan transición, porque se imagina reflejado en ellos. Este chico dice es siempre ese pasito, el que lleva al cambio; porque después todo es dulce y cálido. Es como reventar un globo en la boca, el aire se expande y el espacio se reduce. Hasta que explota y se conjuga con todo el aire. Pero el ruido asusta a los sentidos. Se dice no hay victoria si no se vencen los miedos.

Este chico cree poder. Pian pianito. Son los pasitos los más largos. Parar, mirar, acercar, besar. El auditorio le pediría pasión, humanidad, vida y no la frialdad de cualquier técnico de la poesía. Se limitaría a contestar la primera conjugación está formada por todos los verbos cuyo infinitivo termina en -ar. Como amar y cantar. Y no como escribir o partir.

Este chico teje en palabras, lo que no come en el día. Mordidas.

6 de septiembre de 2006

Sun Pi-chen

Sun Pi-chen cruzaba el Río Largo* en barco, cuando de pronto estalló una feroz tormenta. El barco se movía hacia delante y hacia atrás, con gran riesgo, y el terror se propagó entre todos los pasajeros. En ese preciso momento se manifestó un espíritu en medio de las nubes. Avanzaba ornamentado con coraza dorada y hacía con una mano una extensa tira de papel, donde se podía leer, en trazos también dorados, tres caracteres: SUN PI CHEN.

Los pasajeros del barco, después de descifrar los caracteres, se acercaron a Sun Pi-chen con ademanes intimidatorios:

—¡Miserable!—, le gritaron—. ¡Has provocado la ira del Cielo! Lárgate de inmediato para que tu condena no nos perjudique también a nosotros!

No le permitieron emitir palabra alguna y lo subieron a un bote. Lo arrojaron al agua embravecida y lo compelieron a alejarse del barco con vociferaciones e insultos amenazantes.

Cuando Sun Pi-chen giró la cabeza para observar, el barco ya se había hundido.

*El río Yang-ze, como se le conoce en occidente.

30 de agosto de 2006

Solo como la una

Mi pequeña Amélie, no tienes huesos de vidrio. 
Puedes soportar los golpes de la vida. 
Pero si dejas pasar esta oportunidad, 
eventualmente, tu corazón llegará a ser
 tan seco y frágil como mi esqueleto.
Amélie

Sola como la una. Y se queda pensando si el semáforo sólo marca alto cuando está rojo. Se queda pensando. Pasan dos, tres coches, una bicicleta, un par de patines.

Se queda pensando. No es cierto que cuando morimos vemos pasar toda nuestra vida, desde la infancia hasta el momento de la muerte. No es cierto. Cuando morimos, es lo que hacemos y no hay tiempo para más. No. Cuando vemos pasar la vida es cuando estamos vivos. Como ella, mientras piensa ahí sentada, cuando está sola como la una.

Julio se lamenta haber nacido en estos tiempos. Cuando las mujeres salen con mujeres, cuando los hombres besan a los hombres, cuando los hombres quieren ser mujeres... para seguir besando a las mujeres. Cómo es posible que ese wey ande con esa vieja tan buena. Y Julio se lamenta. Porque en verdad no es eso lo que le preocupa. Desea tanto, que se olvida echarse andar. Se queda deseando.

Cuando el reloj no marca ya otros caminos y la cuerda se corta, se acostumbran los horarios. Solo como la una, dicen, estando tan cerca del dos.

28 de agosto de 2006

Alimenta la alegría

El hombre se complace en enumerar sus pesares, pero no enumera sus alegrías.
Fiodor Dostoievski

¿Para qué ponerse la cobarta, si el que atiende a los clientes es el mismo burdo y juguetón que olvidó cómo amarrar sus zapatos? ¿Para que venir y proclamar unidades de persona, si en el camino ya te pones los audífonos fragmenta mundos? ¿Para qué el esfuerzo si ya te sabes sal?

¿Entonces para qué sales a la calle, miras las palomas y haces reír a los niños? ¿Para qué te enamoras en instantes que duran boletos de autobús? ¿Para qué abrir la ventana cuando hace calor o cerrarla cuando se inundan las calles?

¿Entonces para qué pides alegría, si te empeñas tanto en alimentarla con melancolía? ¿Para qué?

25 de agosto de 2006

Minuto a segundo

If you can understand what I'm saying, you're not paying attention.
Notre musique

Today, too, I had an experience that I hope I shall understand in a few days' time.
Det perfekte menneske


El amor de mi vida pasa frente a mí. Flota buscando remedios que el pasado se encarga de escoder en sus roperos. Minuto a segundo te despojas de color y carne, estrategia inútil del que se sabe cuerpo.

Mi poética es victimaria. Derrotado, la belleza aumenta el batallón de heridos desvanecidos, barcos hundidos de alerta arrojada. Hube recorrido entonces los jardines hipocondríacos que florean otros finales. Laurel que se cuela a los suspiros malabares.

Se hace llamar experiencia
y descube los hombros
como señal destino. Así inclina
sus cabellos lacios sobre
mis hombros pendidos. Liso
a una vertical esperanza
mi abecedario de frustraciones
y sueños. Ilumina la noche,
intercambio de oscuridad
por vacantes extravíos. Así
mi amor me pierdo, empeñando
la posibilidad de prender
la luz.

6 de agosto de 2006

Que reste-t-il de nos amours?

Estoy decidido a terminar de ver la serie de Antoine Doinel. Ya sólo me falta El amor en fuga, hace unos días renté Domicilio conyugal y es irremediable mi admiración por Truffaut. También vi hace como quince días El hombre que amó a las mujeres. El mismo Doinel habla sobre la forma en que Truffaut considera la vida a través del cine: de lo particular a lo general. Son los detalles los que nos muestran al ser humano y no como en Hollywood, que es el ser humano que se define en las grandes aventuras, esa es la diferencia con el cine europeo. En ese sentido el cine canónico europeo es más literario y el gringo es más plástico.

¿Qué pasa cuando se fija como objetivo lo cotidiano, entonces se eleva, se transforma al fijarse? ¿Deja ser cotidiano?

3 de agosto de 2006

Mapaches


Hay un club muy particular que reúne a todos sus miembros los lunes primeros de mes en el Parque Hundido. Al pensar en el lugar, uno podría decir que se juntan para hacer yoga, aeróbics, tae kwan do o cualquier otro ejercicio que saque las toxinas del cuerpo. Pero este grupo no es así. No sé ni cómo se llaman, pero una vez que pasa trotando debajo del fresno, donde suelen congregarse, fingí un calambre y escuché disimuládamente su plática. Hablaban sobre pájaros, pero ninguno de ellos utilizaba la jerga propia de los zóologos, biólogos o demás estudiosos de las ciencias naturales. Mientras más escuchaba los relatos de cada persona, mayor era mi estupefacción. Este era un grupo que se juntaba para compatir las "experiencias místicas" con las aves.

Primero pensé que aquello se trataba de una descarada congregación de zoofílicos unidos por las alas o algo así. Aunque, para mi sorpresa y alivio, el origen y centro de su charla era algo retorcidamente distinto. Estas personas decían poseer revelaciones hechas por las mismas aves. Los ruiseñores, palomas, golondrinas o demás pájaros urbanos volaban juntos a ellos por algunos segundos y después desaparecían. La experiencia que escuché por parte de Katy, la secretaria, 27 años, soltera, fue que una mañana mientras salía a tirar la basura, un canario posó ante ella sobre el bote de basura y tan rápido como llegó se fue.

Varia y diversas eran las historias contadas aquella mañana, todas relacionadas con estos misteriosos e indescifrables encuentros con las aves. ¿Qué cosa más rara puede existir y aparentemente metafísica que un pájaro te revele algo? Bueno... Eso creía yo hasta que esta mañaba un colibrí se detuvo literalmente en el aire ante mi total asombro, por ¿10 segundos? ¿Qué hace un colibrí en esta ciudad tan contaminada? ¡Mi patio ni si quiera tiene plantas!

Después de vivir este inesperado evento pensé que podía asistir al grupo para contar esta asombrosa experiencia. Pero días después pasó algo funesto. El mismo colibrí, reconocí su color y tamaño, se suspendió ante mí. Sin pensarlo acerqué rápidamente mis dos manos y lo atrapé. Justo en ese instante, toda la energía de sus alas se apagó de repente, fulminadas por la tibia cavidad de mis manos.

No tuve ningún encuentro después con otros colibríes o pájaro alguno. Ni si quiera un cuervo o zopilote. Mi depresión fue tan grande que ahora coordino un grupo que se junta todos los domingos primeros de mes en el mismo parque. Mapaches es el nombre del club que espera más asistentes.

27 de julio de 2006

Los solos

Raúl Bañuelos

Los solos no tienen compañía porque no
quieren asolar a nadie.
Envidian al que fueron antes
y al que serán mañana.
Se saben mejores sin ellos mismos
y peores si no existieran.
Tienen sembrado un terreno lejos de todas partes
que cosecharán un día lloviendo.
Sufren porque quieren. Si a nadie quisieran
sufrirían por cualquier otra cosa.
Les gustan las multitudes para sentirse más.
Y hay tardes enteras en las azoteas donde
acompañan el atardecer.
Se quedan viendo una nube, una calandria, una belleza
de cuerpo para viajar en el corazón del instante.
Se meten a bares donde nadie sino todos estarán con
ellos.
Beben cerveza sin sed. Lloran sin lágrimas. Piden sin
ofrecer.
Son una casa sin abandonar. Dejados hacia lo que
dan.
Tienen un agujero extra debajo de la puerta
y un vidrio delicadamente quebrado en la ventana.
Se sacan a balcón para verse en compañía del aire.
Les duele lo que no gozan sin medida.
Los solos piden lo que han de dar. Tienen todo que dar.

Lo mucho que aman es el mayor secreto del mundo.

Praxis Dosfilos. Universidad Autónoma de Zacatecas. 1996.

13 de julio de 2006

Definiciones de un cangrejo

El cangrejo vive a ras de la arena. Tiene el mejor ángulo de vista y también él más humilde. Hay cangrejos que suben a las palmeras y erróneamente se les llama cocoteros, es que lo que realmente hacen es alcanzar y ser un poquito como sus vecinas, las gaviotas.

El cangrejo a la vez tiene condiciones que le permiten regenerarse ante cada batalla, ya que este animalito de aspecto extrafalario, pésimo nadador y de frágil textura sin caparazón que lo proteja, torna con o sin tenazas contra la inmortalidad errante (y esto es lo que más me llama la atención de este pequeño crustáceo); así perdió ante Heracles, el cangrejo de los primeros tiempos por combatir junto a la Hidra.

Y es que el cangrejo tiene en alto el valor de sus amigos, aún cuando exista aquella especie llamada ermitaña, que de cualquier manera se define así misma a partir del otro, del que el mismo cangrejo decidió dejar.

El cangrejo es animal fabuloso y fabulable. Busca la concha abandonada exacta, atinadamente vacía. Le servirá para renombrar lacónicamente la vida o la muerte con que está dispuesto a enfrentar el talón que por la perpetuidad lo seguirá.

11 de julio de 2006

9 de julio de 2006

Sorpresas, por favor

El cangrejo emigra y algunas veces en sus cuentos habla nada más que de él mismo, acusando a la abstracción de tonta e ingenua, marioneta que pretende imitar a otras cuantas, cuando sólo es uno el destinatario remitente.

El cangrejo necesita despertar ya de esta manera y no de otra, la ya conocida, la ya trazada, la que en sus huellas esconde lágrimas inútiles sin reclamo ni decoro. No inventes wey, dilo y listo. ¿Para qué buscar la mejor palabra o la posición más alta ante el aparante resguardo de las olas? El gesto es siempre bien leído y cuenta, como cuentan los puntos que hombro a hombro alargamos en nuestro haber.

Sopresas por favor, de un rumbo diferente, so, presa de sorpresa, no hay anhelos que no sepan bien que la derrota conduce al mismo punto de salida. Derrota que será victoria, dirían unos, a larga. Pero no encuentro a tal mujer de pronunciados centímetros verticales, su tragedia es desaparecer justo en el acto en que los telones, supuestamente, deberían unirse con el cielo mutante de condiciones azules.

Cuentan las buenas observadoras que los hombres, los varones, los adolescentes en su andar grasoso, los detectives de la vagina, los magos que sacan mangas torpes, esos mismos adelantan lo que el cangrejo en su migración, son los delfines de remota voluntad brillante. El tímido mira a la bella como a una musa inalcanzable, cuando la otra sólo pide saludos cordiales y desencantos más hermosos que lo irreal. El introvertido no acepta la humanidad de la otra. Declara, ante viento y marea, que las ilusiones son también de carne y hueso. Craso error.

Por otro lado, el extrovertido, fatigado de acercar y doblegar las cruces que conforman la especia confrontada, evade impuestos y corrompe almas. Sus primeras atenciones se convierten en mitos que sólo ella cree verdad. Sorpresas por favor.

Sorpresas ante un mundo que exige palabras, comunicación de lo vivido, simple y llana verbalización de unas gracias inmaculadas. ¿Qué te cuesta decir gracias, con el corazón? Poema, ensayo, novela o cuasi novela, dicen unos que los cangrejos prefieren los caminos largos que con el tiempo se convierten en laberintos sin solución ni antídoto. Aunque, como en toda emigración, el cangrejo mira hacia los lados, observando frutos que le recordarán un trazo de vuelta.

Pero el cangrejo es necio y sólo conoce las vueltas que cruzan los abismos sin retorno. Y así es como el animal con gracioso caminar, admite estar enamorado de un silencio permanente.

8 de julio de 2006

Antes que nada, somos

A lo sumo un viajero
que despide entre su índice
y el dedo pulgar
el avión que derrocha nubes.

Y la fraternidad empaña labores
en los mantelitos desfundados,
que son como una palmada
en la espalda del que camina,
con sus poderes
une las sábanas de rieles.

Alegre, demasiado alegre
nos pregunta si es el afecto
o el cariño, en todo caso,
el arma secreta con que
los dioses dibujaron su tragedia:
cae el báculo
a las manos de un niño y éste,
apunta al cielo, admirado.

8 de junio de 2006

4 de junio de 2006

Match point y la borra del café

Después ver la nueva película de Woody Allen, Match point, tengo una razón más para leer Crimen y castigo del señor Fedor Dostoievski. Seguramente estaré escuchando mucha ópera, seguro.

Siempre nos quedan residuos de lo recientemente vivido, el eco que se desvanece.

Hoy por la mañana intenté leer la borra del café, Surch Tartznel en armenino y significa "dar vuelta al café". Esto nunca lo había hecho, yo creo que caí en tal exostimo porque el café que me tomé era de soya. De hecho, no sé si es ortodoxo leer la borra del café de soya, ¿mi destino sería distinto? Según mis nervios, lo que vi eran pájaros, aves volando y de acuerdo a Internet (que comunica info. milenaria for free) esto significa que: habrán proyectos con cambios positivos. Aunque por ser pájaros de soya seguramente algo será variable: 38% de proteína, 30% de carbohidratos, 18% de aceite y 14% de humedad; todo eso debe generar otras cosas que sólo la suerte sabrá.

26 de mayo de 2006

A veces era sólo un hola

Fueron los hijos de Eulalia los primeros en sorprenderse. Ninguno sospechaba que su madre mantenía una longeva saga de diarios, es más, ni si quiera sabían que su madre sabía escribir. Ella había sido educada para ser una buena esposa y madre.

Al principio pensaron que eran cuentos. Después en teatro. Nada. Las personas descritas eran de carne y hueso, personas con las que interactuaba a diario. Eulalia se había dedicado a inventar diálogos que sucedían a través del día, cuando iba a misa por la mañana, cuando daba órdenes a las sirvientas; con sus hijos en paseos por la plaza o los domingos por las mañanas cuando Germán se iba al cerro.

Su última página era un escrito dos días antes de su muerte. Ese día, había pasado la tarde tejiendo con su hija Laura, pero lo extraño fue que en toda la tarde tan sólo cruzaron unas cuantas palabras: en el diario había dos hojas de charla entre madre e hija. Y eso era todo, una serie de pláticas imaginadas. El discurso de honor en la boda de su hijo Eduardo. Conversaciones analgésicas con su marido, con quien nunca tuvo la intimidad que en su adolescencia había soñado. Alguna declaración de amor con un novio que nunca tuvo. Soliloquios enternecedores. Era una persona completamente distinta a la madre abnegada y resignada.

Las especulaciones conjuntas entrevieron los escenarios posibles para explicar los escritos de su madre. Los ratos que se daba por las noches para "tejer". Sus visitas con las amigas de alcurnia. Una serie de ideas que sólo aumentaban la sensación de que nunca conocemos a las personas realmente. Y es que algunos días, tan sólo ponía:

Junio 29:

Muy buenos días.
Hola.

25 de mayo de 2006

La Casa de Asterión

Jorge Luis Borges

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.

El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Loas enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.

Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.

No sólo he imaginado eso juegos, también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes, la casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris, he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.

Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor, Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?

El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.

-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.

23 de mayo de 2006

Mujer desconocida

Hoy conocí a una mujer
ignorada en su poema,
en los polos incrustados
va la sangre, la condena.

No sé aún si la casualidad de las cosas ha logrado que nuestros encuentros esporádicos concreten y arrecien las tinieblas que de ti tengo. No hay poesía sin desconocimiento previo dicen las viejas escrituras. Y si el destino dicta la rigurosa prosa que sostedrá el analfabetismo que de tus letras tengo, sea pues ésta la fragancia que interpole mis Odiseas por aproximarme a ti, poesía.

Adivina:

Cuando me siento,
me estiro
cuando me paro,
me encojo
entro al fuego
y no me quemo
entro al agua
y no me mojo

La sombra.

12 de mayo de 2006

Atenco


MANIFIESTO

Nosotros y no sé quiénes más, manifestamos nuestra exaltación por la ignorancia retaguardista en aras del miedo mediático, santo patrono de todo lo visible e invisible.

Porque nunca sabremos la verdad, estamos cansados de esperar a que los rayos ultravioleta borren nuestra memoria y comiencen las estrellitas a brillar, declaramos de una vez por todas que tomamos la bandera de la ignorancia como propio yugo personal. Ignoramos incluso lo que se puede dudar porque este negocio no lo compramos nosotros.

Seremos felices en nuestra ignorancia, que a ciencia cierta ignoramoslo en verdad. Damos gracias al feedback y nuestros políticos por ponernos el ejemplo. Amén.

9 de mayo de 2006

La señorita Cora

Julio Cortázar

We'll send your love to college, all for a year or two,
And then perhaps in time the boy will do for you.
The trees that grow so high.(Canción folclórica inglesa.)

No entiendo por qué no me dejan pasar la noche en la clínica con el nene, al fin y al cabo soy su madre y el doctor De Luisi nos recomendó personalmente al director. Podrían traer un sofá cama y yo lo acompañaría para que se vaya acostumbrando, entró tan pálido el pobrecito como si fueran a operarlo en seguida, yo creo que es ese olor de las clínicas, su padre también estaba nervioso y no veía la hora de irse, pero yo estaba segura de que me dejarían con el nene. Después de todo tiene apenas quince años y nadie se los daría, siempre pegado a mí aunque ahora con los pantalones largos quiere disimular y hacerse el hombre grande. La impresión que le habrá hecho cuando se dio cuenta de que no me dejaban quedarme, menos mal que su padre le dio charla, le hizo poner el piyama y meterse en la cama. Y todo por esa mocosa de enfermera, yo me pregunto si verdaderamente tiene órdenes de los médicos o si lo hace por pura maldad. Pero bien que se lo dije, bien que le pregunté si estaba segura de que tenía que irme. No hay más que mirarla para darse cuenta de quién es, con esos aires de vampiresa y ese delantal ajustado, una chiquilina de porquería que se cree la directora de la clínica. Pero eso sí, no se la llevó de arriba, le dije lo que pensaba y eso que el nene no sabía donde meterse de vergüenza y su padre se hacía el desentendido y de paso seguro que le miraba las piernas como de costumbre. Lo único que me consuela es que el ambiente es bueno, se nota que es una clínica para personas pudientes; el nene tiene un velador de lo más lindo para leer sus revistas, y por suerte su padre se acordó de traerle caramelos de menta que son los que más le gustan. Pero mañana por la mañana, eso sí, lo primero que hago es hablar con el doctor De Luisi para que la ponga en su lugar a esa mocosa presumida. Habrá que ver si la frazada lo abriga bien al nene, voy a pedir que por las dudas le dejen otra a mano. Pero sí, claro que me abriga, menos mal que se fueron de una vez, mamá cree que soy un chico y me hace hacer cada papelón. Seguro que la enfermera va a pensar que no soy capaz de pedir lo que necesito, me miró de una manera cuando mamá le estaba protestando... Está bien, si no la dejaban quedarse qué le vamos a hacer, ya soy bastante grande para dormir solo de noche, me parece. Y en esta cama se dormirá bien, a esta hora ya no se oye ningún ruido, a veces de lejos el zumbido del ascensor que me hace acordar a esa película de miedo que también pasaba en una clínica, cuando a medianoche se abría poco a poco la puerta y la mujer paralítica en la cama veía entrar al hombre de la máscara blanca...

La enfermera es bastante simpática, volvió a las seis y media con unos papeles y me empezó a preguntar mi nombre completo, la edad y esas cosas. Yo guardé la revista en seguida porque hubiera quedado mejor estar leyendo un libro de veras y no una fotonovela, y creo que ella se dio cuenta pero no dijo nada, seguro que todavía estaba enojada por lo que le había dicho mamá y pensaba que yo era igual que ella y que le iba a dar órdenes o algo así. Me preguntó si me dolía el apéndice y le dije que no, que esa noche estaba muy bien. "A ver el pulso", me dijo, y después de tomármelo anotó algo más en la planilla y la colgó a los pies de la cama. "¿Tenés hambre?", me preguntó, y yo creo que me puse colorado porque me tomó de sorpresa que me tuteara, es tan joven que me hizo impresión. Le dije que no, aunque era mentira porque a esa hora siempre tengo hambre. "Esta noche vas a cenar muy liviano", dijo ella, y cuando quise darme cuenta ya me había quitado el paquete de caramelos de menta y se iba. No sé si empecé a decirle algo, creo que no. Me daba una rabia que me hiciera eso como a un chico, bien podía haberme dicho que no tenía que comer caramelos, pero llevárselos... Seguro que estaba furiosa por lo de mamá y se desquitaba conmigo, de puro resentida; que sé yo, después que se fue se me pasó de golpe el fastidio, quería seguir enojado con ella pero no podía. Qué joven es, clavado que no tiene ni diecinueve años, debe haberse recibido de enfermera hace muy poco. A lo mejor viene para traerme la cena; le voy a preguntar cómo se llama, si va a ser mi enfermera tengo que darle un nombre. Pero en cambio vino otra, una señora muy amable vestida de azul que me trajo un caldo y bizcochos y me hizo tomar unas pastillas verdes. También ella me preguntó cómo me llamaba y si me sentía bien, y me dijo que en esta pieza dormiría tranquilo porque era una de las mejores de la clínica, y es verdad porque dormí hasta casi las ocho en que me despertó una enfermera chiquita y arrugada como un mono pero muy amable, que me dijo que podía levantarme y lavarme pero antes me dio un termómetro y me dijo que me lo pusiera como se hace en estas clínicas, y yo no entendí porque en casa se pone debajo del brazo, y entonces me explicó y se fue. Al rato vino mamá y que alegría verlo tan bien, yo que me temía que hubiera pasado la noche en blanco el pobre querido, pero los chicos son así, en la casa tanto trabajo y después duermen a pierna suelta aunque estén lejos de su mamá que no ha cerrado los ojos la pobre. El doctor De Luisi entró para revisar al nene y yo me fui un momento afuera porque ya está grandecito, y me hubiera gustado encontrármela a la enfermera de ayer para verle bien la cara y ponerla en su sitio nada más que mirándola de arriba a abajo, pero no había nadie en el pasillo. Casi en seguida salió el doctor De Luisi y me dijo que al nene iban a operarlo a la mañana siguiente, que estaba muy bien y en las mejores condiciones para la operación, a su edad una apendicitis es una tontería. Le agradecí mucho y aproveché para decirle que me había llamado la atención la impertinencia de la enfermera de la tarde, se lo decía porque no era cosa de que a mi hijo fuera a faltarle la atención necesaria. Después entré en la pieza para acompañar al nene que estaba leyendo sus revistas y ya sabía que lo iban a operar al otro día. Como si fuera el fin del mundo, me mira de un modo la pobre, pero si no me voy a morir, mamá, haceme un poco el favor. Al Cacho le sacaron el apéndice en el hospital y a los seis días ya estaba queriendo jugar al fútbol. Andate tranquila que estoy muy bien y no me falta nada. Sí, mamá, sí, diez minutos queriendo saber si me duele aquí o mas allá, menos mal que se tiene que ocupar de mi hermana en casa, al final se fue y yo pude terminar la fotonovela que había empezado anoche.

La enfermera de la tarde se llama la señorita Cora, se lo pregunté a la enfermera chiquita cuando me trajo el almuerzo; me dieron muy poco de comer y de nuevo pastillas verdes y unas gotas con gusto a menta; me parece que esas gotas hacen dormir porque se me caían las revistas de la mano y de golpe estaba soñando con el colegio y que íbamos a un picnic con las chicas del normal como el año pasado y bailábamos a la orilla de la pileta, era muy divertido. Me desperté a eso de las cuatro y media y empecé a pensar en la operación, no que tenga miedo, el doctor De Luisi dijo que no es nada, pero debe ser raro la anestesia y que te corten cuando estás dormido, el Cacho decía que lo peor es despertarse, que duele mucho y por ahí vomitás y tenés fiebre. El nene de mamá ya no está tan garifo como ayer, se le nota en la cara que tiene un poco de miedo, es tan chico que casi me da lástima. Se sentó de golpe en la cama cuando me vio entrar y escondió la revista debajo de la almohada. La pieza estaba un poco fría y fui a subir la calefacción, después traje el termómetro y se lo di. "¿Te lo sabes poner?", le pregunté, y las mejillas parecía que iban a reventársele de rojo que se puso. Dijo que sí con la cabeza y se estiró en la cama mientras yo bajaba las persianas y encendía el velador. Cuando me acerqué para que me diera el termómetro seguía tan ruborizado que estuve a punto de reírme, pero con los chicos de esa edad siempre pasa lo mismo, les cuesta acostumbrarse a esas cosas. Y para peor me mira en los ojos, por qué no le puedo aguantar esa mirada si al final no es más que una mujer, cuando saqué el termómetro de debajo de las frazadas y se lo alcancé, ella me miraba y yo creo que se sonreía un poco, se me debe notar tanto que me pongo colorado, es algo que no puedo evitar, es más fuerte que yo. Después anotó la temperatura en la hoja que está a los pies de la cama y se fue sin decir nada. Ya casi no me acuerdo de lo que hablé con papá y mamá cuando vinieron a verme a las seis. Se quedaron poco porque la señorita Cora les dijo que había que prepararme y que era mejor que estuviese tranquilo la noche antes. Pensé que mamá iba a soltarle alguna de las suyas pero la miró nomás de arriba abajo, y papá también pero yo al viejo le conozco las miradas, es algo muy diferente. Justo cuando se estaba yendo la oí a mamá que le decía a la señorita Cora: "Le agradeceré que lo atienda bien, es un niño que ha estado siempre muy rodeado por su familia", o alguna idiotez por el estilo, y me hubiera querido morir de rabia, ni siquiera escuché lo que le contestó la señorita Cora, pero estoy seguro de que no le gustó, a lo mejor piensa que me estuve quejando de ella o algo así.

Volvió a eso de las seis y media con una mesita de esas de ruedas llena de frascos y algodones, y no sé por qué de golpe me dio un poco de miedo, en realidad no era miedo pero empecé a mirar lo que había en la mesita, toda clase de frascos azules o rojos, tambores de gasa y también pinzas y tubos de goma, el pobre debía estar empezando a asustarse sin la mamá que parece un papagayo endomingado, le agradeceré que atienda bien al nene, mire que he hablado con el doctor De Luisi, pero sí, señora, se lo vamos a atender como a un príncipe. Es bonito su nene, señora, con esas mejillas que se le arrebolan apenas me ve entrar. Cuando le retiré las frazadas hizo un gesto como para volver a taparse, y creo que se dio cuenta de que me hacía gracia verlo tan pudoroso. "A ver, bajate el pantalón del piyama", le dije sin mirarlo en la cara. "¿El pantalón?", preguntó con una voz que se le quebró en un gallo. "Si, claro, el pantalón", repetí, y empezó a soltar el cordón y a desabotonarse con unos dedos que no le obedecían. Le tuve que bajar yo misma el pantalón hasta la mitad de los muslos, y era como me lo había imaginado. "Ya sos un chico crecidito", le dije, preparando la brocha y el jabón aunque la verdad es que poco tenía para afeitar. "¿Cómo te llaman en tu casa?", le pregunté mientras lo enjabonaba. "Me llamo Pablo", me contestó con una voz que me dio lástima, tanta era la vergüenza. "Pero te darán algún sobrenombre", insistí, y fue todavía peor porque me pareció que se iba a poner a llorar mientras yo le afeitaba los pocos pelitos que andaban por ahí. "¿Así que no tenés ningún sobrenombre? Sos el nene solamente, claro." Terminé de afeitarlo y le hice una seña para que se tapara, pero él se adelantó y en un segundo estuvo cubierto hasta el pescuezo. "Pablo es un bonito nombre", le dije para consolarlo un poco; casi me daba pena verlo tan avergonzado, era la primera vez que me tocaba atender a un muchachito tan joven y tan tímido, pero me seguía fastidiando algo en él que a lo mejor le venía de la madre, algo más fuerte que su edad y que no me gustaba, y hasta me molestaba que fuera tan bonito y tan bien hecho para sus años, un mocoso que ya debía creerse un hombre y que a la primera de cambio sería capaz de soltarme un piropo.

Me quedé con los ojos cerrados, era la única manera de escapar un poco de todo eso, pero no servía de nada porque justamente en ese momento agregó: "¿Así que no tenés ningún sobrenombre. Sos el nene solamente, claro", y yo hubiera querido morirme, o agarrarla por la garganta y ahogarla, y cuando abrí los ojos le vi el pelo castaño casi pegado a mi cara porque se había agachado para sacarme un resto de jabón, y olía a shampoo de almendra como el que se pone la profesora de dibujo, o algún perfume de esos, y no supe qué decir y lo único que se me ocurrió fue preguntarle: "¿Usted se llama Cora, verdad?" Me miró con aire burlón, con esos ojos que ya me conocían y que me habían visto por todos lados, y dijo: "La señorita Cora." Lo dijo para castigarme, lo sé, igual que antes había dicho: "Ya sos un chico crecidito", nada más que para burlarse. Aunque me daba rabia tener la cara colorada, eso no lo puedo disimular nunca y es lo peor que me puede ocurrir, lo mismo me animé a decirle: "Usted es tan joven que... Bueno, Cora es un nombre muy lindo." No era eso, lo que yo había querido decirle era otra cosa y me parece que se dio cuenta y le molestó, ahora estoy seguro de que está resentida por culpa de mamá, yo solamente quería decirle que era tan joven que me hubiera gustado poder llamarla Cora a secas, pero cómo se lo iba a decir en ese momento cuando se había enojado y ya se iba con la mesita de ruedas y yo tenía unas ganas de llorar, esa es otra cosa que no puedo impedir, de golpe se me quiebra la voz y veo todo nublado, justo cuando necesitaría estar más tranquilo para decir lo que pienso. Ella iba a salir pero al llegar a la puerta se quedó un momento como para ver si no se olvidaba de alguna cosa, y yo quería decirle lo que estaba pensando pero no encontraba las palabras y lo único que se me ocurrió fue mostrarle la taza con el jabón, se había sentado en la cama y después de aclararse la voz dijo: "Se le olvida la taza con el jabón", muy seriamente y con un tono de hombre grande. Volví a buscar la taza y un poco para que se calmara le pasé la mano por la mejilla. "No te aflijas, Pablito", le dije. "Todo irá bien, es una operación de nada." Cuando lo toqué echó la cabeza atrás como ofendido, y después resbaló hasta esconder la boca en el borde de las frazadas. Desde ahí, ahogadamente, dijo: "Puedo llamarla Cora, ¿verdad?" Soy demasiado buena, casi me dio lástima tanta vergüenza que buscaba desquitarse por otro lado, pero sabía que no era el caso de ceder porque después me resultaría difícil dominarlo, y a un enfermo hay que dominarlo o es lo de siempre, los líos de María Luisa en la pieza catorce o los retos del doctor De Luisi que tiene un olfato de perro para esas cosas. "Señorita Cora", me dijo tomando la taza y yéndose. Me dio una rabia, unas ganas de pegarle, de saltar de la cama y echarla a empujones, o de... Ni siquiera comprendo cómo pude decirle: "Si yo estuviera sano a lo mejor me trataría de otra manera." Se hizo la que no oía, ni siquiera dio vuelta la cabeza, y me quedé solo y sin ganas de leer, sin ganas de nada, en el fondo hubiera querido que me contestara enojada para poder pedirle disculpas porque en realidad no era lo que yo había pensado decirle, tenía la garganta tan cerrada que no se cómo me habían salido las palabras, se lo había dicho de pura rabia pero no era eso, o a lo mejor sí pero de otra manera.

Y sí, son siempre lo mismo, una los acaricia, les dice una frase amable, y ahí nomás asoma el machito, no quieren convencerse de que todavía son unos mocosos. Esto tengo que contárselo a Marcial, se va a divertir y cuando mañana lo vea en la mesa de operaciones le va a hacer todavía más gracia, tan tiernito el pobre con esa carucha arrebolada, maldito calor que me sube por la piel, cómo podría hacer para que no me pase eso, a lo mejor respirando hondo antes de hablar, que sé yo. Se debe haber ido furiosa, estoy seguro de que escuchó perfectamente, no sé cómo le dije eso, yo creo que cuando le pregunté si podía llamarla Cora no se enojó, me dijo lo de señorita porque es su obligación pero no estaba enojada, la prueba es que vino y me acarició la cara; pero no, eso fue antes, primero me acarició y entonces yo le dije lo de Cora y lo eché todo a perder. Ahora estamos peor que antes y no voy a poder dormir aunque me den un tubo de pastillas. La barriga me duele de a ratos, es raro pasarse la mano y sentirse tan liso, lo malo es que me vuelvo a acordar de todo y del perfume de almendras, la voz de Cora, tiene una voz muy grave para una chica tan joven y linda, una voz como de cantante de boleros, algo que acaricia aunque esté enojada. Cuando oí pasos en el corredor me acosté del todo y cerré los ojos, no quería verla, no me importaba verla, mejor que me dejara en paz, sentí que entraba y que encendía la luz del cielo raso, se hacía el dormido como un angelito, con una mano tapándose la cara, y no abrió los ojos hasta que llegué al lado de la cama. Cuando vio lo que traía se puso tan colorado que me volvió a dar lástima y un poco de risa, era demasiado idiota realmente. "A ver, m'hijito, bájese el pantalón y dese vuelta para el otro lado", y el pobre a punto de patalear como haría con la mamá cuando tenía cinco años, me imagino, a decir que no y a llorar y a meterse debajo de las cobijas y a chillar, pero el pobre no podía hacer nada de eso ahora, solamente se había quedado mirando el irrigador y después a mí que esperaba, y de golpe se dio vuelta y empezó a mover las manos debajo de las frazadas pero no atinaba a nada mientras yo colgaba el irrigador en la cabecera, tuve que bajarle las frazadas y ordenarle que levantara un poco el trasero para correrle mejor el pantalón y deslizarle una toalla. "A ver, subí un poco las piernas, así está bien, echate más de boca, te digo que te eches más de boca, así." Tan callado que era casi como si gritara, por una parte me hacía gracia estarle viendo el culito a mi joven admirador, pero de nuevo me daba un poco de lástima por él, era realmente como si lo estuviera castigando por lo que me había dicho. "Avisá si está muy caliente", le previne, pero no contestó nada, debía estar mordiéndose un puño y yo no quería verle la cara y por eso me senté al borde de la cama y esperé a que dijera algo, pero aunque era mucho líquido lo aguantó sin una palabra hasta el final, y cuando terminó le dije, y eso sí se lo dije para cobrarme lo de antes: "Así me gusta, todo un hombrecito", y lo tapé mientras le recomendaba que aguantase lo más posible antes de ir al baño. "¿Querés que te apague la luz o te la dejo hasta que te levantes?", me preguntó desde la puerta. No sé cómo alcancé a decirle que era lo mismo, algo así, y escuché el ruido de la puerta al cerrarse y entonces me tapé la cabeza con las frazadas y qué le iba a hacer, a pesar de los cólicos me mordí las dos manos y lloré tanto que nadie, nadie puede imaginarse lo que lloré mientras la maldecía y la insultaba y le clavaba un cuchillo en el pecho cinco, diez, veinte veces, maldiciéndola cada vez y gozando de lo que sufría y de cómo me suplicaba que la perdonase por lo que me había hecho.

Es lo de siempre, che Suárez, uno corta y abre, y en una de esas la gran sorpresa. Claro que a la edad del pibe tiene todas las chances a su favor, pero lo mismo le voy a hablar claro al padre, no sea cosa que en una de esas tengamos un lío. Lo más probable es que haya una buena reacción, pero ahí hay algo que falla, pensá en lo que pasó al comienzo de la anestesia: parece mentira en un pibe de esa edad. Lo fui a ver a las dos horas y lo encontré bastante bien si pensás en lo que duró la cosa. Cuando entró el doctor De Luisi yo estaba secándole la boca al pobre, no terminaba de vomitar y todavía le duraba la anestesia pero el doctor lo auscultó lo mismo y me pidió que no me moviera de su lado hasta que estuviera bien despierto. Los padres siguen en la otra pieza, la buena señora se ve que no está acostumbrada a estas cosas, de golpe se le acabaron las paradas, y el viejo parece un trapo. Vamos, Pablito, vomitá si tenés ganas y quejate todo lo que quieras, yo estoy aquí, sí, claro que estoy aquí, el pobre sigue dormido pero me agarra la mano como si se estuviera ahogando. Debe creer que soy la mamá, todos creen eso, es monótono. Vamos, Pablo, no te muevas así, quieto que te va a doler más, no, dejá las manos tranquilas, ahí no te podes tocar. Al pobre le cuesta salir de la anestesia. Marcial me dijo que la operación había sido muy larga. Es raro, habrán encontrado alguna complicación: a veces el apéndice no está tan a la vista, le voy a preguntar a Marcial esta noche. Pero sí, m'hijito, estoy aquí, quéjese todo lo que quiera pero no se mueva tanto, yo le voy a mojar los labios con este pedacito de hielo en una gasa, así se le va pasando la sed. Si, querido, vomitá más, aliviate todo lo que quieras. Que fuerza tenés en las manos, me vas a llenar de moretones, sí, sí, llorá si tenés ganas, llorá, Pablito, eso alivia, llorá y quejate, total estás tan dormido y creés que soy tu mamá. Sos bien bonito, sabés, con esa nariz un poco respingada y esas pestañas como cortinas, parecés mayor ahora que estás tan pálido. Ya no te pondrías colorado por nada, verdad, mi pobrecito. Me duele, mamá, me duele aquí, dejame que me saque ese peso que me han puesto, tengo algo en la barriga que pesa tanto y me duele, mamá, decile a la enfermera que me saque eso. Sí, m'hijito, ya se le va a pasar, quédese un poco quieto, por qué tendrás tanta fuerza, voy a tener que llamar a María Luisa para que me ayude. Vamos, Pablo, me enojo si no te estás quieto, te va a doler mucho más si seguís moviéndote tanto. Ah, parece que empezás a darte cuenta, me duele aquí, señorita Cora, me duele tanto aquí, hágame algo por favor, me duele tanto aquí, suélteme las manos, no puedo más, señorita Cora, no puedo más.

Menos mal que se ha dormido el pobre querido, la enfermera me vino a buscar a las dos y media y me dijo que me quedara un rato con él que ya estaba mejor, pero lo veo tan pálido, ha debido perder tanta sangre, menos mal que el doctor De Luisi dijo que todo había salido bien. La enfermera estaba cansada de luchar con él, yo no entiendo por qué no me hizo entrar antes, en esta clínica son demasiado severos. Ya es casi de noche y el nene ha dormido todo el tiempo, se ve que está agotado, pero me parece que tiene mejor cara, un poco de color. Todavía se queja de a ratos pero ya no quiere tocarse el vendaje y respira tranquilo, creo que pasará bastante buena noche. Como si yo no supiera lo que tengo que hacer, pero era inevitable; apenas se le pasó el primer susto a la buena señora le salieron otra vez los desplantes de patrona, por favor que al nene no le vaya a faltar nada por la noche, señorita. Decí que te tengo lástima, vieja estúpida, si no ya ibas a ver cómo te trataba. Las conozco a éstas, creen que con una buena propina el último día lo arreglan todo. Y a veces la propina ni siquiera es buena, pero para qué seguir pensando, ya se mandó mudar y todo está tranquilo. Marcial, quedate un poco, no ves que el chico duerme, contame lo que pasó esta mañana. Bueno, si estás apurado lo dejamos para después. No, mirá que puede entrar María Luisa, aquí no, Marcial. Claro, el señor se sale con la suya, ya te he dicho que no quiero que me beses cuando estoy trabajando, no está bien. Parecería que no tenemos toda la noche para besarnos, tonto. Andáte. Váyase le digo, o me enojo. Bobo, pajarraco. Sí, querido, hasta luego. Claro que sí. Muchísimo.

Está muy oscuro pero es mejor, no tengo ni ganas de abrir los ojos. Casi no me duele, qué bueno estar así respirando despacio, sin esas náuseas. Todo está tan callado, ahora me acuerdo que vi a mamá, me dijo no sé qué, yo me sentía tan mal. Al viejo lo miré apenas, estaba a los pies de la cama y me guiñaba un ojo, el pobre siempre el mismo. Tengo un poco de frío, me gustaría otra frazada. Señorita Cora, me gustaría otra frazada. Pero sí estaba ahí, apenas abrí los ojos la vi sentada al lado de la ventana leyendo un revista. Vino en seguida y me arropó, casi no tuve que decirle nada porque se dio cuenta en seguida. Ahora me acuerdo, yo creo que esta tarde la confundía con mamá y que ella me calmaba, o a lo mejor estuve soñando. ¿Estuve soñando, señorita Cora? Usted me sujetaba las manos, ¿verdad? Yo decía tantas pavadas, pero es que me dolía mucho, y las náuseas... Discúlpeme, no debe ser nada lindo ser enfermera. Sí, usted se ríe pero yo sé, a lo mejor la manché y todo. Bueno, no hablaré más. Estoy tan bien así, ya no tengo frío. No, no me duele mucho, un poquito solamente. ¿Es tarde, señorita Cora? Sh, usted se queda calladito ahora, ya le he dicho que no puede hablar mucho, alégrese de que no le duela y quédese bien quieto. No, no es tarde, apenas las siete. Cierre los ojos y duerma. Así. Duérmase ahora.

Sí, yo querría pero no es tan fácil. Por momentos me parece que me voy a dormir, pero de golpe la herida me pega un tirón o todo me da vueltas en la cabeza, y tengo que abrir los ojos y mirarla, está sentada al lado de la ventana y ha puesto la pantalla para leer sin que me moleste la luz. ¿Por qué se quedará aquí todo el tiempo? Tiene un pelo precioso, le brilla cuando mueve la cabeza. Y es tan joven, pensar que hoy la confundí con mamá, es increíble. Vaya a saber qué cosas le dije, se debe haber reído otra vez de mí. Pero me pasaba hielo por la boca, eso me aliviaba tanto, ahora me acuerdo, me puso agua colonia en la frente y en el pelo, y me sujetaba las manos para que no me arrancara el vendaje. Ya no está enojada conmigo, a lo mejor mamá le pidió disculpas o algo así, me miraba de otra manera cuando me dijo: "Cierre los ojos y duérmase." Me gusta que me mire así, parece mentira lo del primer día cuando me quitó los caramelos. Me gustaría decirle que es tan linda, que no tengo nada contra ella, al contrario, que me gusta que sea ella la que me cuida de noche y no la enfermera chiquita. Me gustaría que me pusiera otra vez agua colonia en el pelo. Me gustaría que me pidiera perdón, que me dijera que la puedo llamar Cora.

Se quedó dormido un buen rato, a las ocho calculé que el doctor De Luisi no tardaría y lo desperté para tomarle la temperatura. Tenía mejor cara y le había hecho bien dormir. Apenas vio el termómetro sacó una mano fuera de las cobijas, pero le dije que se estuviera quieto. No quería mirarlo en los ojos para que no sufriera pero lo mismo se puso colorado y empezó a decir que él podía muy bien solo. No le hice caso, claro, pero estaba tan tenso el pobre que no me quedó más remedio que decirle: "Vamos, Pablo, ya sos un hombrecito, no te vas a poner así cada vez, verdad?" Es lo de siempre, con esa debilidad no pudo contener las lágrimas; haciéndome la que no me daba cuenta anoté la temperatura y me fui a prepararle la inyección. Cuando volvió yo me había secado los ojos con la sábana y tenía tanta rabia contra mí mismo que hubiera dado cualquier cosa por poder hablar, decirle que no me importaba, que en realidad no me importaba pero que no lo podía impedir. "Esto no duele nada", me dijo con la jeringa en la mano. "Es para que duermas bien toda la noche." Me destapó y otra vez sentí que me subía la sangre a la cara, pero ella se sonrió un poco y empezó a frotarme el muslo con un algodón mojado. "No duele nada", le dije porque algo tenía que decirle, no podía ser que me quedara así mientras ella me estaba mirando. "Ya ves", me dijo sacando la aguja y frotándome con el algodón. "Ya ves que no duele nada. Nada te tiene que doler, Pablito." Me tapó y me pasó la mano por la cara. Yo cerré los ojos y hubiera querido estar muerto, estar muerto y que ella me pasara la mano por la cara, llorando.

Nunca entendí mucho a Cora pero esta vez se fue a la otra banda. La verdad que no me importa si no entiendo a las mujeres, lo único que vale la pena es que lo quieran a uno. Si están nerviosas, si se hacen problema por cualquier macana, bueno nena, ya está, deme un beso y se acabó. Se ve que todavía es tiernita, va a pasar un buen rato antes de que aprenda a vivir en este oficio maldito, la pobre apareció esta noche con una cara rara y me costó media hora hacerle olvidar esas tonterías. Todavía no ha encontrado la manera de buscarle la vuelta a algunos enfermos, ya le pasó con la vieja del veintidós pero yo creía que desde entonces habría aprendido un poco, y ahora este pibe le vuelve a dar dolores de cabeza. Estuvimos tomando mate en mi cuarto a eso de las dos de la mañana, después fue a darle la inyección y cuando volvió estaba de mal humor, no quería saber nada conmigo. Le queda bien esa carucha de enojada, de tristona, de a poco se la fui cambiando, y al final se puso a reír y me contó, a esa hora me gusta tanto desvestirla y sentir que tiembla un poco como si tuviera frío. Debe ser muy tarde, Marcial. Ah, entonces puedo quedarme un rato todavía, la otra inyección le toca a las cinco y media, la galleguita no llega hasta las seis. Perdoname, Marcial, soy una boba, mirá que preocuparme tanto por ese mocoso, al fin y al cabo lo tengo dominado pero de a ratos me da lástima, a esa edad son tan tontos, tan orgullosos, si pudiera le pediría al doctor Suárez que me cambiara, hay dos operados en el segundo piso, gente grande, uno les pregunta tranquilamente si han ido de cuerpo, les alcanza la chata, los limpia si hace falta, todo eso charlando del tiempo o de la política, es un ir y venir de cosas naturales, cada uno está en lo suyo, Marcial, no como aquí, comprendés. Sí, claro que hay que hacerse a todo, cuántas veces me van a tocar chicos de esa edad, es una cuestión de técnica como decís vos. Sí, querido, claro. Pero es que todo empezó mal por culpa de la madre, eso no se ha borrado, sabés, desde el primer minuto hubo como un malentendido, y el chico tiene su orgullo y le duele, sobre todo que al principio no se daba cuenta de todo lo que iba a venir y quiso hacerse el grande, mirarme como si fueras vos, como un hombre. Ahora ya ni le puedo preguntar si quiere hacer pis, lo malo es que sería capaz de aguantarse toda la noche si yo me quedara en la pieza. Me da risa cuando me acuerdo, quería decir que sí y no se animaba, entonces me fastidió tanta tontería y lo obligué para que aprendiera a hacer pis sin moverse, bien tendido de espaldas. Siempre cierra los ojos en esos momentos pero es casi peor, está a punto de llorar o de insultarme, está entre las dos cosas y no puede, es tan chico, Marcial, y esa buena señora que lo ha de haber criado como un tilinguito, el nene de aquí y el nene de allí, mucho sombrero y saco entallado pero en el fondo el bebé de siempre, el tesorito de mamá. Ah, y justamente le vengo a tocar yo, el alto voltaje como decís vos, cuando hubiera estado tan bien con María Luisa que es idéntica a su tía y que lo hubiera limpiado por todos lados sin que se le subieran los colores a la cara. No, la verdad, no tengo suerte, Marcial.

Estaba soñando con la clase de francés cuando encendió la luz del velador, lo primero que le veo es siempre el pelo, será porque se tiene que agachar para las inyecciones o lo que sea, el pelo cerca de mi cara, una vez me hizo cosquillas en la boca y huele tan bien, y siempre se sonríe un poco cuando me está frotando con el algodón, me frotó un rato largo antes de pincharme y yo le miraba la mano tan segura que iba apretando de a poco la jeringa, el líquido amarillo que entraba despacio, haciéndome doler. "No, no me duele nada." Nunca le podré decir: "No me duele nada, Cora." Y no le voy a decir señorita Cora, no se lo voy a decir nunca. Le hablaré lo menos que pueda y no la pienso llamar señorita Cora aunque me lo pida de rodillas. No, no me duele nada. No, gracias, me siento bien, voy a seguir durmiendo. Gracias.

Por suerte ya tiene de nuevo sus colores pero todavía está muy decaído, apenas si pudo darme un beso, y a tía Esther casi no la miró y eso que le había traído las revistas y una corbata preciosa para el día en que lo llevemos a casa. La enfermera de la mañana es un amor de mujer, tan humilde, con ella sí da gusto hablar, dice que el nene durmió hasta las ocho y que bebió un poco de leche, parece que ahora van a empezar a alimentarlo, tengo que decirle al doctor Suárez que el cacao le hace mal, o a lo mejor su padre ya se lo dijo porque estuvieron hablando un rato. Si quiere salir un momento, señora, vamos a ver cómo anda este hombre. Usted quédese, señor Morán, es que a la mamá le puede hacer impresión tanto vendaje. Vamos a ver un poco, compañero. ¿Ahí duele? Claro, es natural. Y ahí, decime si ahí te duele o solamente está sensible. Bueno, vamos muy bien, amiguito. Y así cinco minutos, si me duele aquí, si estoy sensible más acá, y el viejo mirándome la barriga como si me la viera por primera vez. Es raro pero no me siento tranquilo hasta que se van, pobres viejos tan afligidos pero qué le voy a hacer, me molestan, dicen siempre lo que no hay que decir, sobre todo mamá, y menos mal que la enfermera chiquita parece sorda y le aguanta todo con esa cara de esperar propina que tiene la pobre. Mirá que venir a jorobar con lo del cacao, ni que yo fuese un niño de pecho. Me dan unas ganas de dormir cinco días seguidos sin ver a nadie, sobre todo sin ver a Cora, y despertarme justo cuando me vengan a buscar para ir a casa. A lo mejor habrá que esperar unos días más, señor Morán, ya sabrá por De Luisi que la operación fue más complicada de lo previsto, a veces hay pequeñas sorpresas. Claro que con la constitución de ese chico yo creo que no habrá problema, pero mejor dígale a su señora que no va a ser cosa de una semana como se pensó al principio. Ah, claro, bueno, de eso usted hablará con el administrador, son cosas internas. Ahora vos fijate si no es mala suerte, Marcial, anoche te lo anuncié, esto va a durar mucho más de lo que pensábamos. Sí, ya sé que no importa pero podrías ser un poco más comprensivo, sabés muy bien que no me hace feliz atender a ese chico, y a él todavía menos, pobrecito. No me mirés así, por qué no le voy a tener lástima. No me mirés así.

Nadie me prohibió que leyera pero se me caen las revistas de la mano, y eso que tengo dos episodios por terminar y todo lo que me trajo tía Esther. Me arde la cara, debo de tener fiebre o es que hace mucho calor en esta pieza, le voy a pedir a Cora que entorne un poco la ventana o que me saque una frazada. Quisiera dormir, es lo que más me gustaría, que ella estuviese allí sentada leyendo una revista y yo durmiendo sin verla, sin saber que esta allí, pero ahora no se va a quedar más de noche, ya pasó lo peor y me dejarán solo. De tres a cuatro creo que dormí un rato, a las cinco justas vino con un remedio nuevo, unas gotas muy amargas. Siempre parece que se acaba de bañar y cambiar, está tan fresca y huele a talco perfumado, a lavanda. "Este remedio es muy feo, ya sé", me dijo, y se sonreía para animarme. "No, es un poco amargo, nada más", le dije. "¿Cómo pasaste el día?", me preguntó, sacudiendo el termómetro. Le dije que bien, que durmiendo, que el doctor Suárez me había encontrado mejor, que no me dolía mucho. "Bueno, entonces podés trabajar un poco", me dijo dándome el termómetro. Yo no supe qué contestarle y ella se fue a cerrar las persianas y arregló los frascos en la mesita mientras yo me tomaba la temperatura. Hasta tuve tiempo de echarle un vistazo al termómetro antes de que viniera a buscarlo. "Pero tengo muchísima fiebre", me dijo como asustado. Era fatal, siempre seré la misma estúpida, por evitarle el mal momento le doy el termómetro y naturalmente el muy chiquilín no pierde tiempo en enterarse de que está volando de fiebre. "Siempre es así los primeros cuatro días, y además nadie te mandó que miraras", le dije, más furiosa contra mí que contra él. Le pregunté si había movido el vientre y me dijo que no. Le sudaba la cara, se la sequé y le puse un poco de agua colonia; había cerrado los ojos antes de contestarme y no los abrió mientras yo lo peinaba un poco para que no le molestara el pelo en la frente. Treinta y nueve nueve era mucha fiebre, realmente. "Tratá de dormir un rato", le dije, calculando a qué hora podría avisarle al doctor Suárez. Sin abrir los ojos hizo un gesto como de fastidio, y articulando cada palabra me dijo: "Usted es mala conmigo, Cora." No atiné a contestarle nada, me quedé a su lado hasta que abrió los ojos y me miró con toda su fiebre y toda su tristeza. Casi sin darme cuenta estiré la mano y quise hacerle una caricia en la frente, pero me rechazó de un manotón y algo debió tironearle en la herida porque se crispó de dolor. Antes de que pudiera reaccionar me dijo en voz muy baja: "Usted no sería así conmigo si me hubiera conocido en otra parte." Estuve al borde de soltar una carcajada, pero era tan ridículo que me dijera eso mientras se le llenaban los ojos de lágrimas que me pasó lo de siempre, me dio rabia y casi miedo, me sentí de golpe como desamparada delante de ese chiquilín pretencioso. Conseguí dominarme (eso se lo debo a Marcial, me ha enseñado a controlarme y cada vez lo hago mejor), y me enderecé como si no hubiera sucedido nada, puse la toalla en la percha y tapé el frasco de agua colonia. En fin, ahora sabíamos a qué atenernos, en el fondo era mucho mejor así. Enfermera, enfermo, y pare de contar. Que el agua colonia se la pusiera la madre, yo tenía otras cosas que hacerle y se las haría sin más contemplaciones. No sé por qué me quedé más de lo necesario. Marcial me dijo cuando se lo conté que había querido darle la oportunidad de disculparse, de pedir perdón. No sé, a lo mejor fue eso o algo distinto, a lo mejor me quedé para que siguiera insultándome, para ver hasta dónde era capaz de llegar. Pero seguía con los ojos cerrados y el sudor le empapaba la frente y las mejillas, era como si me hubiera metido en agua hirviendo, veía manchas violeta y rojas cuando apretaba los ojos para no mirarla sabiendo que todavía estaba allí, y hubiera dado cualquier cosa para que se agachara y volviera a secarme la frente como si yo no le hubiera dicho eso, pero ya era imposible, se iba a ir sin hacer nada, sin decirme nada, y yo abriría los ojos y encontraría la noche, el velador, la pieza vacía, un poco de perfume todavía, y me repetiría diez veces, cien veces, que había hecho bien en decirle lo que le había dicho, para que aprendiera, para que no me tratara como a un chico, para que me dejara en paz, para que no se fuera.

Empiezan siempre a la misma hora, entre seis y siete de la mañana, debe ser una pareja que anida en las cornisas del patio, un palomo que arrulla y la paloma que le contesta, al rato se cansan, se lo dije a la enfermera chiquita que viene a lavarme y a darme el desayuno, se encogió de hombros y dijo que ya otros enfermos se habían quejado de las palomas pero que el director no quería que las echaran. Ya ni sé cuánto hace que las oigo, las primeras mañanas estaba demasiado dormido o dolorido para fijarme, pero desde hace tres días escucho a las palomas y me entristecen, quisiera estar en casa oyendo ladrar a Milord, oyendo a tía Esther que a esta hora se levanta para ir a misa. Maldita fiebre que no quiere bajar, me van a tener aquí hasta quién sabe cuándo, se lo voy a preguntar al doctor Suárez esta misma mañana, al fin y al cabo podría estar lo más bien en casa. Mire, señor Morán, quiero ser franco con usted, el cuadro no es nada sencillo. No, señorita Cora, prefiero que usted siga atendiendo a ese enfermo, y le voy a decir por qué. Pero entonces. Marcial... Vení, te voy a hacer un café bien fuerte, mirá que sos potrilla todavía, parece mentira. Escuchá, vieja, he estado hablando con el doctor Suárez, y parece que el pibe...

Por suerte después se callan, a lo mejor se van volando por ahí, por toda la ciudad, tienen suerte las palomas. Qué mañana interminable, me alegré cuando se fueron los viejos, ahora les da por venir más seguido desde que tengo tanta fiebre. Bueno, si me tengo que quedar cuatro o cinco días más aquí, qué importa. En casa sería mejor, claro, pero lo mismo tendría fiebre y me sentiría tan mal de a ratos. Pensar que no puedo ni mirar una revista, es una debilidad como si no me quedara sangre. Pero todo es por la fiebre, me lo dijo anoche el doctor De Luisi y el doctor Suárez me lo repitió esta mañana, ellos saben. Duermo mucho pero lo mismo es como si no pasara el tiempo, siempre es antes de las tres como si a mí me importaran las tres o las cinco. Al contrario, a las tres se va la enfermera chiquita y es una lástima porque con ella estoy tan bien. Si me pudiera dormir de un tirón hasta la medianoche sería mucho mejor. Pablo, soy yo, la señorita Cora. Tu enfermera de la noche que te hace doler con las inyecciones. Ya sé que no te duele, tonto, es una broma. Seguí durmiendo si querés, ya está. Me dijo: "Gracias" sin abrir los ojos, pero hubiera podido abrirlos, sé que con la galleguita estuvo charlando a mediodía aunque le han prohibido que hable mucho. Antes de salir me di vuelta de golpe y me estaba mirando, sentí que todo el tiempo me había estado mirando de espaldas. Volví y me senté al lado de la cama, le tomé el pulso, le arreglé las sábanas que arrugaba con sus manos de fiebre. Me miraba el pelo, después bajaba la vista y evitaba mis ojos. Fui a buscar lo necesario para prepararlo y me dejó hacer sin una palabra, con los ojos fijos en la ventana, ignorándome. Vendrían a buscarlo a las cinco y media en punto, todavía le quedaba un rato para dormir, los padres esperaban en la planta baja porque le hubiera hecho impresión verlos a esa hora. El doctor Suárez iba a venir un rato antes para explicarle que tenían que completar la operación, cualquier cosa que no lo inquietara demasiado. Pero en cambio mandaron a Marcial, me tomó de sorpresa verlo entrar así pero me hizo una seña para que no me moviera y se quedó a los pies de la cama leyendo la hoja de temperatura hasta que Pablo se acostumbrara a su presencia. Le empezó a hablar un poco en broma, armó la conversación como él sabe hacerlo, el frío en la calle, lo bien que se estaba en ese cuarto, él lo miraba sin decir nada, como esperando, mientras yo me sentía tan rara, hubiera querido que Marcial se fuera y me dejara sola con él, yo hubiera podido decírselo mejor que nadie, aunque quizá no, probablemente no. Pero si ya lo sé, doctor, me van a operar de nuevo, usted es el que me dio la anestesia la otra vez, y bueno, mejor eso que seguir en esta cama y con esta fiebre. Yo sabía que al final tendrían que hacer algo, por qué me duele tanto desde ayer, un dolor diferente, desde más adentro. Y usted, ahí sentada, no ponga esa cara, no se sonría como si me viniera a invitar al cine. Váyase con él y béselo en el pasillo, tan dormido no estaba la otra tarde cuando usted se enojó con él porque la había besado aquí. Váyanse los dos, déjenme dormir, durmiendo no me duele tanto.

Y bueno, pibe, ahora vamos a liquidar este asunto de una vez por todas, hasta cuándo nos vas a estar ocupando una cama, che. Contá despacito, uno, dos, tres. Así va bien, vos seguí contando y dentro de una semana estás comiendo un bife jugoso en casa. Un cuarto de hora a gatas, nena, y vuelta a coser. Había que verle la cara a De Luisi, uno no se acostumbra nunca del todo a estas cosas. Mirá, aproveché para pedirle a Suárez que te relevaran como vos querías, le dije que estás muy cansada con un caso tan grave; a lo mejor te pasan al segundo piso si vos también le hablás. Está bien, hacé como quieras, tanto quejarte la otra noche y ahora te sale la samaritana. No te enojés conmigo, lo hice por vos. Sí, claro que lo hizo por mí pero perdió el tiempo, me voy a quedar con él esta noche y todas las noches. Empezó a despertarse a las ocho y medía, los padres se fueron en seguida porque era mejor que no los viera con la cara que tenían los pobres, y cuando llegó el doctor Suárez me preguntó en voz baja si quería que me relevara María Luisa, pero le hice una seña de que me quedaba y se fue. María Luisa me acompañó un rato porque tuvimos que sujetarlo y calmarlo, después se tranquilizó de golpe y casi no tuvo vómitos; está tan débil que se volvió a dormir sin quejarse mucho hasta las diez. Son las palomas, vas a ver, mamá, ya están arrullando como todas las mañanas, no sé por qué no las echan, que se vuelen a otro árbol. Dame la mano, mamá, tengo tanto frío. Ah, entonces estuve soñando, me parecía que ya era de mañana y que estaban las palomas. Perdóneme, la confundí con mamá. Otra vez desviaba la mirada, se volvía a su encono, otra vez me echaba a mí toda la culpa. Lo atendí como si no me diera cuenta de que seguía enojado, me senté junto a él y le mojé los labios con hielo. Cuando me miró, después que le puse agua colonia en las manos y la frente, me acerqué más y le sonreí. "Llamame Cora", le dije. "Yo sé que no nos entendimos al principio, pero vamos a ser tan buenos amigos, Pablo." Me miraba callado. "Decime: Sí, Cora." Me miraba, siempre. "Señorita Cora", dijo después, y cerró los ojos. "No, Pablo, no", le pedí, besándolo en la mejilla, muy cerca de la boca. "Yo voy a ser Cora para vos, solamente para vos." Tuve que echarme atrás, pero lo mismo me salpicó la cara. Lo sequé, le sostuve la cabeza para que se enjuagara la boca, lo volví a besar hablándole al oído. "Discúlpeme", dijo con un hilo de voz, "no lo pude contener". Le dije que no fuera tonto, que para eso estaba yo cuidándolo, que vomitara todo lo que quisiera para aliviarse. "Me gustaría que viniera mamá", me dijo, mirando a otro lado con los ojos vacíos. Todavía le acaricié un poco el pelo, le arreglé las frazadas esperando que me dijera algo, pero estaba muy lejos y sentí que lo hacía sufrir todavía más si me quedaba. En la puerta me volví y esperé; tenía los ojos muy abiertos, fijos en el cielo raso. "Pablito", le dije. "Por favor, Pablito. Por favor, querido." Volví hasta la cama, me agaché para besarlo; olía a frío, detrás del agua colonia estaba el vómito, la anestesia. Si me quedo un segundo más me pongo a llorar delante de él, por él. Lo besé otra vez y salí corriendo, bajé a buscar a la madre y a María Luisa; no quería volver mientras la madre estuviera allí, por lo menos esa noche no quería volver y después sabía demasiado bien que no tendría ninguna necesidad de volver a ese cuarto, que Marcial y María Luisa se ocuparían de todo hasta que el cuarto quedara otra vez libre.

FIN

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