Raúl Bañuelos
Los solos no tienen compañía porque no
quieren asolar a nadie.
Envidian al que fueron antes
y al que serán mañana.
Se saben mejores sin ellos mismos
y peores si no existieran.
Tienen sembrado un terreno lejos de todas partes
que cosecharán un día lloviendo.
Sufren porque quieren. Si a nadie quisieran
sufrirían por cualquier otra cosa.
Les gustan las multitudes para sentirse más.
Y hay tardes enteras en las azoteas donde
acompañan el atardecer.
Se quedan viendo una nube, una calandria, una belleza
de cuerpo para viajar en el corazón del instante.
Se meten a bares donde nadie sino todos estarán con
ellos.
Beben cerveza sin sed. Lloran sin lágrimas. Piden sin
ofrecer.
Son una casa sin abandonar. Dejados hacia lo que
dan.
Tienen un agujero extra debajo de la puerta
y un vidrio delicadamente quebrado en la ventana.
Se sacan a balcón para verse en compañía del aire.
Les duele lo que no gozan sin medida.
Los solos piden lo que han de dar. Tienen todo que dar.
Lo mucho que aman es el mayor secreto del mundo.
Praxis Dosfilos. Universidad Autónoma de Zacatecas. 1996.
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27 de julio de 2006
13 de julio de 2006
Definiciones de un cangrejo
El cangrejo vive a ras de la arena. Tiene el mejor ángulo de vista y también él más humilde. Hay cangrejos que suben a las palmeras y erróneamente se les llama cocoteros, es que lo que realmente hacen es alcanzar y ser un poquito como sus vecinas, las gaviotas.
El cangrejo a la vez tiene condiciones que le permiten regenerarse ante cada batalla, ya que este animalito de aspecto extrafalario, pésimo nadador y de frágil textura sin caparazón que lo proteja, torna con o sin tenazas contra la inmortalidad errante (y esto es lo que más me llama la atención de este pequeño crustáceo); así perdió ante Heracles, el cangrejo de los primeros tiempos por combatir junto a la Hidra.
Y es que el cangrejo tiene en alto el valor de sus amigos, aún cuando exista aquella especie llamada ermitaña, que de cualquier manera se define así misma a partir del otro, del que el mismo cangrejo decidió dejar.
El cangrejo es animal fabuloso y fabulable. Busca la concha abandonada exacta, atinadamente vacía. Le servirá para renombrar lacónicamente la vida o la muerte con que está dispuesto a enfrentar el talón que por la perpetuidad lo seguirá.
El cangrejo a la vez tiene condiciones que le permiten regenerarse ante cada batalla, ya que este animalito de aspecto extrafalario, pésimo nadador y de frágil textura sin caparazón que lo proteja, torna con o sin tenazas contra la inmortalidad errante (y esto es lo que más me llama la atención de este pequeño crustáceo); así perdió ante Heracles, el cangrejo de los primeros tiempos por combatir junto a la Hidra.
Y es que el cangrejo tiene en alto el valor de sus amigos, aún cuando exista aquella especie llamada ermitaña, que de cualquier manera se define así misma a partir del otro, del que el mismo cangrejo decidió dejar.
El cangrejo es animal fabuloso y fabulable. Busca la concha abandonada exacta, atinadamente vacía. Le servirá para renombrar lacónicamente la vida o la muerte con que está dispuesto a enfrentar el talón que por la perpetuidad lo seguirá.
11 de julio de 2006
Graduación de Letras Hispánicas
Graduación de la Lic. en Letras Hispánicas.
2001 - 2006.
Copyright, 2006.
9 de julio de 2006
Sorpresas, por favor
El cangrejo emigra y algunas veces en sus cuentos habla nada más que de él mismo, acusando a la abstracción de tonta e ingenua, marioneta que pretende imitar a otras cuantas, cuando sólo es uno el destinatario remitente.
El cangrejo necesita despertar ya de esta manera y no de otra, la ya conocida, la ya trazada, la que en sus huellas esconde lágrimas inútiles sin reclamo ni decoro. No inventes wey, dilo y listo. ¿Para qué buscar la mejor palabra o la posición más alta ante el aparante resguardo de las olas? El gesto es siempre bien leído y cuenta, como cuentan los puntos que hombro a hombro alargamos en nuestro haber.
Sopresas por favor, de un rumbo diferente, so, presa de sorpresa, no hay anhelos que no sepan bien que la derrota conduce al mismo punto de salida. Derrota que será victoria, dirían unos, a larga. Pero no encuentro a tal mujer de pronunciados centímetros verticales, su tragedia es desaparecer justo en el acto en que los telones, supuestamente, deberían unirse con el cielo mutante de condiciones azules.
Cuentan las buenas observadoras que los hombres, los varones, los adolescentes en su andar grasoso, los detectives de la vagina, los magos que sacan mangas torpes, esos mismos adelantan lo que el cangrejo en su migración, son los delfines de remota voluntad brillante. El tímido mira a la bella como a una musa inalcanzable, cuando la otra sólo pide saludos cordiales y desencantos más hermosos que lo irreal. El introvertido no acepta la humanidad de la otra. Declara, ante viento y marea, que las ilusiones son también de carne y hueso. Craso error.
Por otro lado, el extrovertido, fatigado de acercar y doblegar las cruces que conforman la especia confrontada, evade impuestos y corrompe almas. Sus primeras atenciones se convierten en mitos que sólo ella cree verdad. Sorpresas por favor.
Sorpresas ante un mundo que exige palabras, comunicación de lo vivido, simple y llana verbalización de unas gracias inmaculadas. ¿Qué te cuesta decir gracias, con el corazón? Poema, ensayo, novela o cuasi novela, dicen unos que los cangrejos prefieren los caminos largos que con el tiempo se convierten en laberintos sin solución ni antídoto. Aunque, como en toda emigración, el cangrejo mira hacia los lados, observando frutos que le recordarán un trazo de vuelta.
Pero el cangrejo es necio y sólo conoce las vueltas que cruzan los abismos sin retorno. Y así es como el animal con gracioso caminar, admite estar enamorado de un silencio permanente.
El cangrejo necesita despertar ya de esta manera y no de otra, la ya conocida, la ya trazada, la que en sus huellas esconde lágrimas inútiles sin reclamo ni decoro. No inventes wey, dilo y listo. ¿Para qué buscar la mejor palabra o la posición más alta ante el aparante resguardo de las olas? El gesto es siempre bien leído y cuenta, como cuentan los puntos que hombro a hombro alargamos en nuestro haber.
Sopresas por favor, de un rumbo diferente, so, presa de sorpresa, no hay anhelos que no sepan bien que la derrota conduce al mismo punto de salida. Derrota que será victoria, dirían unos, a larga. Pero no encuentro a tal mujer de pronunciados centímetros verticales, su tragedia es desaparecer justo en el acto en que los telones, supuestamente, deberían unirse con el cielo mutante de condiciones azules.
Cuentan las buenas observadoras que los hombres, los varones, los adolescentes en su andar grasoso, los detectives de la vagina, los magos que sacan mangas torpes, esos mismos adelantan lo que el cangrejo en su migración, son los delfines de remota voluntad brillante. El tímido mira a la bella como a una musa inalcanzable, cuando la otra sólo pide saludos cordiales y desencantos más hermosos que lo irreal. El introvertido no acepta la humanidad de la otra. Declara, ante viento y marea, que las ilusiones son también de carne y hueso. Craso error.
Por otro lado, el extrovertido, fatigado de acercar y doblegar las cruces que conforman la especia confrontada, evade impuestos y corrompe almas. Sus primeras atenciones se convierten en mitos que sólo ella cree verdad. Sorpresas por favor.
Sorpresas ante un mundo que exige palabras, comunicación de lo vivido, simple y llana verbalización de unas gracias inmaculadas. ¿Qué te cuesta decir gracias, con el corazón? Poema, ensayo, novela o cuasi novela, dicen unos que los cangrejos prefieren los caminos largos que con el tiempo se convierten en laberintos sin solución ni antídoto. Aunque, como en toda emigración, el cangrejo mira hacia los lados, observando frutos que le recordarán un trazo de vuelta.
Pero el cangrejo es necio y sólo conoce las vueltas que cruzan los abismos sin retorno. Y así es como el animal con gracioso caminar, admite estar enamorado de un silencio permanente.
8 de julio de 2006
Antes que nada, somos
A lo sumo un viajero
que despide entre su índice
y el dedo pulgar
el avión que derrocha nubes.
Y la fraternidad empaña labores
en los mantelitos desfundados,
que son como una palmada
en la espalda del que camina,
con sus poderes
une las sábanas de rieles.
Alegre, demasiado alegre
nos pregunta si es el afecto
o el cariño, en todo caso,
el arma secreta con que
los dioses dibujaron su tragedia:
cae el báculo
a las manos de un niño y éste,
apunta al cielo, admirado.
que despide entre su índice
y el dedo pulgar
el avión que derrocha nubes.
Y la fraternidad empaña labores
en los mantelitos desfundados,
que son como una palmada
en la espalda del que camina,
con sus poderes
une las sábanas de rieles.
Alegre, demasiado alegre
nos pregunta si es el afecto
o el cariño, en todo caso,
el arma secreta con que
los dioses dibujaron su tragedia:
cae el báculo
a las manos de un niño y éste,
apunta al cielo, admirado.
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