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30 de octubre de 2006

Piropos: ¡mamacita...!

Aunque hay cosas que no se pueden generalizar en una sociedad, hay otras que definitivamente sí. Sobre todo la forma en que actuamos en la cotidianidad urbana. O nuestras relaciones interpersonales genéricas. Estoy tentado a decir que todos los mexicanos, varones y mujeres, interactúan de manera distinta entre miembros del mismo género y con miembros del sexo opuesto.

Hay cosas con las que uno puede convivir, incluso que son parte tan personal e íntima que no se notan, hasta que le buscamos un sentido. Voy a hacer una interpretación desde mi punto de vista sobre uno de los sentidos que pasan, pasaron y pasarán mañana sobre algo muy específico: girar la cabeza. Pero no girar la cabeza sólo porque sí, ¡no! Hablo sobre ciertos varones que giran la cabeza, el cuerpo, toda su atención a las mujeres que caminan por la calle. ¡Me parece horrible!

Primero lo primero. ¿Nunca han visto a viejos, jóvenes, adolescentes, albañiles o ejecutivos, guapos o feos, altos o chaparros, morenos o blancos... como sean? ¿No los han visto mirar mujeres como desesperados, una tras otra, con cara de una "vaga" locura perversa? Para mí es sólo un reflejo de la insatisfacción, no tanto de la apreciación o admiración, porque no es cortés, seguro es incómodo para una mujer. Para cualquier persona lo sería, a menos que fuera un hombre-anuncio que desesperadamente busca clientes en la calle.

Me parece que esta simple y diaria actitud nos configura de tal modo que la felicidad, la belleza y la contemplación se ven mermadas y degradadas a grados infames. Además ese es sólo el principio de una construcción cultural más profunda. Muchas veces acompaña a la mirada un piropo (construcción sexista), que resulta grosero, inapropiado, ofensivo o simplemente una presentación equivocada.

No estoy hablando de comentarios respetuosos o halagadores, esos son bienvenidos casi siempre. Un gesto de amabilidad como una sonrisa o un saludo cortés, no son exclusivos de hombres o mujeres. Es una manera de mejorar las relaciones humanas. No obstante, si continuamos analizando esta construcción cultural, hay que analizar cuál es la finalidad, la intención o el significado de que un hombre se comporte como rehilete a mil por hora.

Hay hombres que se conforman con tener este tipo de contacto con una mujer, lo cual amedrenta la capidad de relacionarse con el sexo opuesto de manera activa. Existen los lugares apropiados y maneras mucho mejores de acercarse a una persona de nuestro agrado, aunque claro, dependerán siempre las intenciones de los participantes. ¡Pero qué intención puede tener una mujer que camina por la calle rumbo a cualquier parte! Esa nada más, dirigirse a un sitio que no nos importa.

Muchas veces y quizá exagerando un poco, o no, la finalidad de esto es ver si se puede "pegar chicle". Obtener un "reconocimiento" casual y sin compromiso alguno. Demostrar a los "miembros del gremio viril" que hay un macho con facultad de "aproximación" poderosa. Quizá sólo sea el transfondo que yace en el inconciente genérico colectivo. La cantidad sobre la calidad en las relaciones. Me parece insano para la estabilidad emocional de los individuos.

La mujer se transforma muchas veces en objeto sexual y cuando esto es todos los días, esta actitud permea en la actitud de las mujeres también. Pero eso no me corresponde a mí describirlo tanto desde mi perspectiva. Sin embargo, creo que desde esta visión nuestras relaciones se degradan, impulsan un sentido de precaución permanente, por ser observador o por ser vista...

También quería hablar sobre cómo nos relacionamos hombres y mujeres en México. Porque muchas veces buscamos desde el prototipo de la víctima, conseguir afecto. Sin embargo, estas relaciones también corrompen o por su caracter flagelante, infunden relaciones inestables.

Bueno, a qué quiero llegar con todo esto, pues a identificar cómo y cuáles son algunos de las cuestiones a debatir y considerar para mejorar las relaciones que tenemos como sujetos dentro de una sociedad. Quizá podamos mejorar como personas.

¡Bien, ahora quiero escuchar algunos comentarios de su parte! Iniciar un diálogo.

29 de octubre de 2006

El puente

Franz Kafka

Yo era rígido y frío, yo estaba tendido sobre un precipicio; yo era un puente. En un extremo estaban las puntas de los pies; al otro, las manos, aferradas; en el cieno quebradizo clavé los dientes, afirmándome. Los faldones de mi chaqueta flameaban a mis costados. En la profundidad rumoreaba el helado arroyo de las truchas. Ningún turista se animaba hasta estas alturas intransitables, el puente no figuraba aún en ningún mapa. Así yo yacía y esperaba; debía esperar. Todo puente que se haya construido alguna vez, puede dejar de ser puente sin derrumbarse.

Fue una vez hacia el atardecer -no sé si el primero o el milésimo-, mis pensamientos siempre estaban confusos, giraban siempre en redondo; hacia ese atardecer de verano, cuando el arroyo murmuraba oscuramente, escuché el paso de un hombre. A mí, a mí. Estírate puente, ponte en estado, viga sin barandales, sostén al que te ha sido confiado. Nivela imperceptiblemente la inseguridad de su paso; si se tambalea, date a conocer y, como un dios de la montaña, ponlo en tierra firme.

Llegó y me golpeteó con la punta metálica de su bastón, luego alzó con ella los faldones de mi casaca y los acomodó sobre mí. La punta del bastón hurgó entre mis cabellos enmarañados y la mantuvo un largo rato ahí, mientras miraba probablemente con ojos salvajes a su alrededor. Fue entonces -yo soñaba tras él sobre montañas y valles- que saltó, cayendo con ambos pies en mitad de mi cuerpo. Me estremecí en medio de un salvaje dolor, ignorante de lo que pasaba. ¿Quién era? ¿Un niño? ¿Un sueño? ¿Un salteador de caminos? ¿Un suicida? ¿Un tentador? ¿Un destructor? Me volví para poder verlo. ¡El puente se da vuelta! No había terminado de volverme, cuando ya me precipitaba, me precipitaba y ya estaba desgarrado y ensartado en los puntiagudos guijarros que siempre me habían mirado tan apaciblemente desde el agua veloz.

26 de octubre de 2006

Jugar en equipo

Hay cosas que nosotros no podemos hacer solos. Los amigos de Sofía, cada vez que se ponía a hablar sobre la globalización, la pérdida de la fe en una ideología, el relativismo imperante en el mundo y otras chacotas pendencieras, confabulaban juntos ejemplos concretos que Sofía generalmente no podía resolver. ¿Cómo consolar al que pierde a un ser querido, cómo castigar a un pedófilo o cómo erradicar la corrupción en su país? Ella se queda pensando.

¿Por qué los patos vuelan en V?

"El primero que levanta vuelo abre camino al segundo, que despeja el aire al tercero, y la energía del tercero alza al cuarto,que ayuda al quinto, y el impulso del quinto empuja al sexto, cuando se cansa el pato que hace punta, baja a la cola de la bandada y deja su lugar a otro pato. Todos se van turnando, atrás y adelante y así, van juntos los patos en el alto cielo:

CON LA FUERZA DEL VUELO COMPARTIDO.

Y cuando algún pato, exhausto, se queda en el camino, dos patos se salen del grupo y lo acompañan y esperan, hasta que se recupera... o cae ..."

Sofía, algunas veces, vuela en V con sus amigos.

Repartir el pan

El cristianismo histórico, según Crossan, es fruto de tres tradiciones que se fueron entrelazando. La primera es la Tradición de la Vida, que enfatiza los dichos de Jesús y propone un modo de vida inspirado en sus comportamientos libertarios. Tiene un cuño campesino, pues medró en la Galilea rural. La segunda es la Tradición de la Muerte y de la Resurrección, que procuraba entender por qué Jesús fue asesinado si después fue resucitado. La resurrección era entendida en el cuadro de la apocalíptica, que afirmaba el carácter cósmico del fenómeno: el comienzo de la renovación del mundo y de la transfiguración del ser humano. Ésta es más urbana, pues fue elaborada a partir de Jerusalén. La tercera es la Tradición de la comida común. Eran tanto comidas reales como comidas compartidas comunitariamente que simbolizaban la justicia equitativa de Dios. Lo importante no era el «pan», sino «repartir» el pan. En este contexto se situaba la celebración de la eucaristía. La Tradición de la comida unía las dos tradiciones referidas.

Fuente: Boff, Leonardo, Los años perdidos del cristianismo, 2006-05-05.

24 de octubre de 2006

La ciencia del sueño

Todavía sin ver la película La ciencia del sueño, ya tengo muchas ideas y hasta inspiraciones acordes al tema. ¿Que por qué? Pues porque el ambiente de un diario es muy parecido, lleno de subjetividad cuasirealista.

No hay miedo en sentarse a escribir un episodio de la vida cotidiana. Sin embargo, hay decisiones en cada selección de lo que vivimos. No podemos escribir 24 horas en una cuartilla. Pero sí hay comunión en el entendimiento.

Creo que por eso nos afanamos en comprender lo que vivimos con los demás, porque aunque no pronunciemos todas las palabras, a veces algunos gestos, silencios o metáforas serán convincentes para nuestra comunicación. Otras veces tendremos que elaborar una estrategia más complicada, prestar más atención, sólo escuchar o hablar. Si se abre una puerta como rostro, entonces saber corresponder con tacto.

Si vemos en otros, los más adelantados en el arte de vivir, el ejemplo del que anda, escuchemos sus consejos y sabias historias de lo que nos pasa. La ignorancia y nuestros errores son amaneceres para aprovechar ver nacer el Sol. Y así medir el tiempo con nuevos días.

19 de octubre de 2006

18 de octubre de 2006

Complicación de cuerpo y alma

Claro, hemos llegado hasta aquí y la pregunta es válida. Pensé que nunca la harías. Es que a mí no se me da iniciar este tipo de conversaciones. Sí, lo sé, es fundamental en una relación... pensaba que sólo con los actos que hacemos demostramos lo que sentimos. Tienes razón, los gestos no bastan. Es raro porque en los últimos años mi confianza en la comunicación y sus herramientas (las palabras) han aumentado. Siento que hay una verdadera correlación entre sentimientos y verbos. Claro, es una franja delgada que es sostenida por la voluntad y la verdad.

Me sorprende que lo digas. Yo también quiero eliminar ese afán idealista de nuestra imaginación. Pero el realismo, la certidumbre, la convicción nace como ideal primero. Cada línea dicha y cada mirada, cada diálogo sobre las cosas, las personas y los viajes contienen pizcas de lo otro...

Como toda brevedad que no busca encerrar para sí el trazo, dejemos en corpuscrito la grafía que rodeará las calles de nuestras fronteras. Complicación de cuerpo y alma.

14 de octubre de 2006

10 de octubre de 2006

Dar un beso es pronunciar todas las vocales

La palabra vocales es un sintagma que reconoce su contenido. La v o uve es lo que esconde y el resultado de tan misteriosa tipografía nos puede resultar así: uoales. Todas las vocales en la misma palabra.

Así, a veces mi nombre puede ser un anagrama, cuando los días monótonos, aburridos o en cuarentena, pliegan el calendario con tinta gris. Un Pablo puede ser: hablo, palo, bola, ola, ba...

Quizá antes, mis ideas del amor eran más nutridas de imaginación y mariposas en la panza, estupor catatónico del que sólo piensa. Me sentía tonto, sin respuesta, quizá apurado por mi civilización y sus costumbres tempranas. Pero hay recompensa para el que sabe esperar.

Llevamos la teoría a la práctica en los periodos maduros. A veces, ensayamos las palabras frente a un espejo, hermoso soliloquio vagante.

Dar un beso es pronunciar todas las vocales.

Las distracciones

Marc E. Boillat de Corgemont Sartorio

En un monasterio budista dos discípulos destacaban particularmente por su brillante inteligencia, si bien fueran muy diferentes el uno del otro.

El primero solía pedir al abad que le dejara salir del monasterio para ver el mundo y en él poder poner en práctica su zen. El otro se contentaba con la vida monástica y, aunque le hubiera gustado ver el mundo, esto no le creaba ningún afán en absoluto.

El abad, que nunca había accedido a los pedidos del primer monje, pensó un día que tal vez los tiempos eran maduros para que los jóvenes monjes fueran puestos a prueba. Les convocó, anunciándoles que había llegado el momento de que se fueran por el mundo durante todo un año. El primer monje exultaba. Dejaron el templo el día siguiente al amanecer.

El año transcurrió rápido y los dos monjes regresaban al monasterio con muchas experiencias para contar. El abad quiso verles para conocer lo que ese año había supuesto para ellos y qué habían descubierto durante su estancia en el mundo laico.

El primer monje, el que quería conocer el mundo material, dijo que la sociedad está llena de distracciones y tentaciones, y que es imposible meditar ahí fuera. Para practicar el zen no existe mejor lugar que el monasterio.

El otro, por el contrario, dijo que salvo algunos aspectos superficiales no encontró gran diferencia a la hora de meditar y practicar el zen en el mundo exterior. Por tanto, a su parecer, quedarse en el templo o vivir en sociedad, le resultaba igual.

Tras haber escuchado ambos relatos, el abad les dio a conocer su decisión: al segundo monje le concedió la autorización para que se fuera. Al primero le dijo: "será mejor que tú te quedes aquí, todavía no estás preparado".

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