por Augusto Chacón.
El viernes anterior, en la sección Correo, el lector Pablo Gómez Martínez tocó el tema de la equidad de género en la distribución de espacio entre articulistas y columnistas del periódico.
8-Abril-07
Entre los opinadores de Público, señaló el lector Pablo, “menos de diez por ciento son mujeres”, al menos así fue durante la semana en la que él revisó el diario. Termina su carta diciendo: “La equidad en un espacio informativo es fundamental para el desarrollo saludable de una democracia participativa y aún más para un medio de comunicación que procura ser una ?publicación libre, liberal, crítica, dura y ligera a la vez’, como dijo Ciro Gómez Leyva en su columna del jueves 5 de abril.”
Sin duda la consideración del lector no es despreciable, pone en vilo muchas cosas: cómo es que la opinión de los hombres sigue siendo más numerosa; cómo es que concebimos a la sociedad si sólo los hombres, mayoritariamente, aparecen como los que tienen algo que decir. Pero además, el conteo hecho por Pablo Gómez Martínez, unido al tema del aborto que ha estado las últimas semanas agotando la tinta de de tantos escribientes, nos hace caer en cuenta de cómo se van conformando ciertas tendencias de la opinión pública y cómo es que se concibe un espacio de opinión personal en un medio de comunicación: a pesar de que Público ha estado abierto a todas las opiniones, queda la sensación de que falta algo en el modo de enfrentar el asunto, queda la impresión de que alguien no ha dicho su palabra al respecto, un decir femenino que no se resolverá mediante cuotas de género.
Y los anterior, me parece, tiene que ver con dos cosas: una es cierta incomodidad que queda luego de que algo tan escabroso y polarizante como el aborto es tratado por los mismos como si la tortilla, la obra pública o la presentación de un libro, cada uno habla desde su enfoque, claro, pero de una manera tal que dejan el sabor de que lo importante es comentar el tema que “está centralmente en los medios”, nada más; y la otra es que quizá esa voz de un alguien que hoy es un vacío, nos esté diciendo mucho desde el silencio, sólo que no queremos oírlo: la despenalización del aborto es tan delicada que debemos respetar ese no decir nada que flota en el ambiente de la opinión pública tradicional, esa que vacía llenando; quizá, llegados a este punto, callar sea lo único que abarque a todas las mujeres, y de una en una. Que la ley se haga atendiendo al estado general de la salud pública, no como una bandera para armar ejércitos… de hombres. Por supuesto, es fácil decirlo, ponerlo en práctica es arduo: ¿se imaginan a los asambleístas del Distrito Federal pasando una modificación a la ley que tiene que ver con el aborto en medio del respetuoso silencio de los opinadores? Imposible. Tal vez sería más sencillo apelar a que cada uno dijera: no es mi tema, no sé, o no es mi voz la que está para tomar postura pública en este asunto.
Suponiendo que por obra de artes mágicas pudiéramos dejar hoy, en Público, la equidad de género en un balance ideal: cincuenta por ciento más una para las mujeres (ellas son más en el mundo), y la otra mitad, menos uno, para los hombres, ¿el periódico se percibiría diferente? No mucho. Porque al final, columnistas y articulistas tienen un papel muy claro: dar su postura personal, ninguno de los que actualmente firman puede hablar a nombre mas que de sí mismos, no pueden afirmar que hablan por el periódico, tampoco son la voz de los hombres, o la de las mujeres. Es sólo el dicho de uno o una que los demás consideramos, si queremos, y hacemos nuestro, si queremos. Así, puestos en el balance ideal entre columnistas y articulistas, ¿si no viéramos las firmas, podríamos identificar la pluma de una mujer de la de un hombre?
Sin embargo, no sólo por la cantidad de espacio de opinión podemos medir el tema equidad de género, entendida como el número de posiciones que llenan los hombres contra las que ocupan las mujeres. El directorio que todos los días podemos leer en el centro de la sección Acentos, el que corresponde a Público-Milenio, tiene 22 lugares, de Presidente a Producción, seis de ellos pertenecen a mujeres, una de ellas a nivel de dirección; es decir: un poco más de una cuarta parte.
Pero, del otro lado de únicamente contar posiciones está el meollo del asunto: ¿el medio privilegia una visión masculina de la sociedad? Si contamos a las reporteras y a los reporteros que cubren desde Guadalajara —sin incluir a La Afición—, ellas ganan casi en proporción de dos a uno. Pero además, contrario a lo que sucede con los artículos y las columnas, me atrevo a decir que en cada entrevista, crónica, reportaje y nota es más fácil diferenciar la voz de los hombres de la de las mujeres, por lo que el tono general del periódico es de espectro amplio, ni siquiera en política podríamos afirmar que se impone una visión estrictamente varonil; sin duda la escritura de las mujeres periodistas de Público le da un color especial a las páginas del periódico, aun a la política local.
Si la escritura periodística deja evidentes huellas femeninas o masculinas, es complejo de medir, en todo caso tendríamos que evaluarlo desde cambios notorios en la sociedad, aunque muy difíciles de conseguir: igualdad de trato, de ingresos, de prestaciones, de espacio, etc., por lo que postular equidad de género es una señal que apunta al camino correcto e implica un compromiso del periódico con cierta noción de justicia: en tanto el mundo siga siendo inequitativo con las mujeres, perdón: mientras sigamos tratando de manera diferenciada, a la baja, a las mujeres, es necesario actuar mediante el expediente de cuotas.
Por lo demás, una vez que las mujeres no sean discriminadas, el paraíso espera en la calidad de los textos, en la ética, en la cultura que cada periodista pone en juego a la hora de enfrentar la realidad que quiere narrar y transformar… y, cosas del español: calidad, ética y cultura, son palabras en femenino.
Fuente: Periódico Público, domingo 8 de abril de 2007.
El viernes anterior, en la sección Correo, el lector Pablo Gómez Martínez tocó el tema de la equidad de género en la distribución de espacio entre articulistas y columnistas del periódico.
8-Abril-07
Entre los opinadores de Público, señaló el lector Pablo, “menos de diez por ciento son mujeres”, al menos así fue durante la semana en la que él revisó el diario. Termina su carta diciendo: “La equidad en un espacio informativo es fundamental para el desarrollo saludable de una democracia participativa y aún más para un medio de comunicación que procura ser una ?publicación libre, liberal, crítica, dura y ligera a la vez’, como dijo Ciro Gómez Leyva en su columna del jueves 5 de abril.”
Sin duda la consideración del lector no es despreciable, pone en vilo muchas cosas: cómo es que la opinión de los hombres sigue siendo más numerosa; cómo es que concebimos a la sociedad si sólo los hombres, mayoritariamente, aparecen como los que tienen algo que decir. Pero además, el conteo hecho por Pablo Gómez Martínez, unido al tema del aborto que ha estado las últimas semanas agotando la tinta de de tantos escribientes, nos hace caer en cuenta de cómo se van conformando ciertas tendencias de la opinión pública y cómo es que se concibe un espacio de opinión personal en un medio de comunicación: a pesar de que Público ha estado abierto a todas las opiniones, queda la sensación de que falta algo en el modo de enfrentar el asunto, queda la impresión de que alguien no ha dicho su palabra al respecto, un decir femenino que no se resolverá mediante cuotas de género.
Y los anterior, me parece, tiene que ver con dos cosas: una es cierta incomodidad que queda luego de que algo tan escabroso y polarizante como el aborto es tratado por los mismos como si la tortilla, la obra pública o la presentación de un libro, cada uno habla desde su enfoque, claro, pero de una manera tal que dejan el sabor de que lo importante es comentar el tema que “está centralmente en los medios”, nada más; y la otra es que quizá esa voz de un alguien que hoy es un vacío, nos esté diciendo mucho desde el silencio, sólo que no queremos oírlo: la despenalización del aborto es tan delicada que debemos respetar ese no decir nada que flota en el ambiente de la opinión pública tradicional, esa que vacía llenando; quizá, llegados a este punto, callar sea lo único que abarque a todas las mujeres, y de una en una. Que la ley se haga atendiendo al estado general de la salud pública, no como una bandera para armar ejércitos… de hombres. Por supuesto, es fácil decirlo, ponerlo en práctica es arduo: ¿se imaginan a los asambleístas del Distrito Federal pasando una modificación a la ley que tiene que ver con el aborto en medio del respetuoso silencio de los opinadores? Imposible. Tal vez sería más sencillo apelar a que cada uno dijera: no es mi tema, no sé, o no es mi voz la que está para tomar postura pública en este asunto.
Suponiendo que por obra de artes mágicas pudiéramos dejar hoy, en Público, la equidad de género en un balance ideal: cincuenta por ciento más una para las mujeres (ellas son más en el mundo), y la otra mitad, menos uno, para los hombres, ¿el periódico se percibiría diferente? No mucho. Porque al final, columnistas y articulistas tienen un papel muy claro: dar su postura personal, ninguno de los que actualmente firman puede hablar a nombre mas que de sí mismos, no pueden afirmar que hablan por el periódico, tampoco son la voz de los hombres, o la de las mujeres. Es sólo el dicho de uno o una que los demás consideramos, si queremos, y hacemos nuestro, si queremos. Así, puestos en el balance ideal entre columnistas y articulistas, ¿si no viéramos las firmas, podríamos identificar la pluma de una mujer de la de un hombre?
Sin embargo, no sólo por la cantidad de espacio de opinión podemos medir el tema equidad de género, entendida como el número de posiciones que llenan los hombres contra las que ocupan las mujeres. El directorio que todos los días podemos leer en el centro de la sección Acentos, el que corresponde a Público-Milenio, tiene 22 lugares, de Presidente a Producción, seis de ellos pertenecen a mujeres, una de ellas a nivel de dirección; es decir: un poco más de una cuarta parte.
Pero, del otro lado de únicamente contar posiciones está el meollo del asunto: ¿el medio privilegia una visión masculina de la sociedad? Si contamos a las reporteras y a los reporteros que cubren desde Guadalajara —sin incluir a La Afición—, ellas ganan casi en proporción de dos a uno. Pero además, contrario a lo que sucede con los artículos y las columnas, me atrevo a decir que en cada entrevista, crónica, reportaje y nota es más fácil diferenciar la voz de los hombres de la de las mujeres, por lo que el tono general del periódico es de espectro amplio, ni siquiera en política podríamos afirmar que se impone una visión estrictamente varonil; sin duda la escritura de las mujeres periodistas de Público le da un color especial a las páginas del periódico, aun a la política local.
Si la escritura periodística deja evidentes huellas femeninas o masculinas, es complejo de medir, en todo caso tendríamos que evaluarlo desde cambios notorios en la sociedad, aunque muy difíciles de conseguir: igualdad de trato, de ingresos, de prestaciones, de espacio, etc., por lo que postular equidad de género es una señal que apunta al camino correcto e implica un compromiso del periódico con cierta noción de justicia: en tanto el mundo siga siendo inequitativo con las mujeres, perdón: mientras sigamos tratando de manera diferenciada, a la baja, a las mujeres, es necesario actuar mediante el expediente de cuotas.
Por lo demás, una vez que las mujeres no sean discriminadas, el paraíso espera en la calidad de los textos, en la ética, en la cultura que cada periodista pone en juego a la hora de enfrentar la realidad que quiere narrar y transformar… y, cosas del español: calidad, ética y cultura, son palabras en femenino.
Fuente: Periódico Público, domingo 8 de abril de 2007.