Tenemos a Jorge, que es un joven filósofo de 19 años de edad. Bueno, no es un filósofo, filósofo, él apenas va en la prepa. Pero, es un filósofo porque reflexiona y cuestiona cada cosa que le pasa en la vida. Como cuando le ponen una paliza al Pérez a la salida todos los días, Jorge se pregunta si la madriza existiría si sus agresores estuvieran en un bosque sin gente, sólo con Pérez.
Una vez Jorge leyó un cuento que le hubiera gustado leer un par de años antes, o eso fue lo que se dijo así mismo.
Una vez Jorge leyó un cuento que le hubiera gustado leer un par de años antes, o eso fue lo que se dijo así mismo.
—Si lo hubiera leído hace tres años habría cambiado el rumbo de las cosas.
Jorge se había enamorado en la secundaria de Melisa, la chica del salón de la que no sólo los Jorges se suelen enamorar, sino también los Pérez y los predadores de los Pérez. Como también suele pasar, Melisa maduró antes que sus compañeritos de clase y eso en verdad la aburría. Sin embargo, Jorge pensaba que si él también maduraba rápido, podría llamar la atención de Melisa y entonces finalmente, le pediría su mano y vivirían felices por siempre en una casa de las que tienen jardín grande a la entrada, cochera y el espacio suficiente para que jueguen los niños sin ensuciar la sala.
Pero Jorge no creció más allá de lo normal. Él aparentaba con todas sus fuerzas ser mayor. Pero, para Melisa, Jorge era un muchacho simpático. Pensaba que siempre que le preguntaban algo respondía con muy largas frases que para ella no tenían nada que ver con la pregunta y eso le causaba gracia. Además, se comportaba como los demás chavos del salón cuando ella se acercaba: babeaba, no sabía bien qué decir, contaba un chiste que ni al caso o se quedaba en silencio del incómodo. Amigos simplemente amigos pues.
"¡Pero ésta no es la vida de un filósofo!", decía Jorge. "Si me gusta debo decirle que me gusta y no estar reflexionando sobre si le digo o no le digo". Y Jorge se cuestionó tanto, que ya no consideraba digno que en un cuento de ficción se trataran tales asuntos mundanos, por lo que pidió al autor terminarlo de una buena vez.
Jorge se había enamorado en la secundaria de Melisa, la chica del salón de la que no sólo los Jorges se suelen enamorar, sino también los Pérez y los predadores de los Pérez. Como también suele pasar, Melisa maduró antes que sus compañeritos de clase y eso en verdad la aburría. Sin embargo, Jorge pensaba que si él también maduraba rápido, podría llamar la atención de Melisa y entonces finalmente, le pediría su mano y vivirían felices por siempre en una casa de las que tienen jardín grande a la entrada, cochera y el espacio suficiente para que jueguen los niños sin ensuciar la sala.
Pero Jorge no creció más allá de lo normal. Él aparentaba con todas sus fuerzas ser mayor. Pero, para Melisa, Jorge era un muchacho simpático. Pensaba que siempre que le preguntaban algo respondía con muy largas frases que para ella no tenían nada que ver con la pregunta y eso le causaba gracia. Además, se comportaba como los demás chavos del salón cuando ella se acercaba: babeaba, no sabía bien qué decir, contaba un chiste que ni al caso o se quedaba en silencio del incómodo. Amigos simplemente amigos pues.
"¡Pero ésta no es la vida de un filósofo!", decía Jorge. "Si me gusta debo decirle que me gusta y no estar reflexionando sobre si le digo o no le digo". Y Jorge se cuestionó tanto, que ya no consideraba digno que en un cuento de ficción se trataran tales asuntos mundanos, por lo que pidió al autor terminarlo de una buena vez.
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