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28 de septiembre de 2009

Emparentando con Jung

Dice Jung que en el inconsciente cargamos con arquetipos del sexo opuesto. El ánima en el caso de los hombres. No me quiero meter en aspectos de la diversidad sexual porque entonces ya no sabría muy bien cómo explicar esta teoría. Bueno, digamos que dentro de nuestro incosciente cargamos con un arquetipo de la mujer presente en nuestras fantasías.

Por un lado, las explicaciones sicológicas de la realidad siempre me han parecido meras guías, símbolos al igual que muchos otras teorías de orientación científica. Bueno, quiero decir que la vida es y será siempre fresca y cuando un aparato crítico, un método y en el peor de los casos un esquema la define, entonces ya no es vida sino verborrea paralítica. Sin embargo, cuando las palabras nos señalan una dirección que sentimos con nuestro ser mismo, entonces tenemos una orientación no vana. Es la angustia de la letra, el hecho de que utilice el mismo medio para comunicar algo. Tengo al derecho al menos de estar de acuerdo con esto o de no estarlo. Incluso yo, cuando lo vuelva a leer.

Por eso llamaré a esto comentarios. Comentarios sobre una teoría de Jung. Si acepto temporalmente lo que dice Jung, entonces me permitiré hacer las siguientes reflexiones:

Si en nuestros genes, existe tal cosa como un espacio para la memoria histórica donde podemos albergar arquetipos humanos, entonces cabría analizar hasta qué punto podemos confiar en ellos mismos. ¿Cómo saberlo? A través de la experiencia. Aunque por un lado nos situamos en un lado ambiguo.

Podríamos creer que ya todo está determinado en el momento mismo de nuestra concepción. Nuestro futuro status social, posición económica, grado de moralidad, adquisición de cualidades, defectos, miedos y fobias por herencia. Pero yo creo que decidir por esto es conformarse con un reactivo en la hoja de respuestas. Admitamos que nacemos bajo un contexto muy claro y que ante cada circunstancia que nos presenta la vida, barajamos una mínima cantidad de posibilidades. Una mente determinista, consciente o inconscientemente actuará conforme a su natural forma de ser. Ha ensayado tanto su vida que ha optado por la respuesta que todos ven como lógica. Aún así, hay siempre un margen de reactivos por el cual decidirse. Y aquí empieza lo más interesante. Quizás los reactivos no son tan poquitos.

La angustia nace quizá ante las enormes posibilidades que tenemos todos los días. La angustia nace ante el sometimiento del ser a una máscara que se proyecta por encima de las otras formas del ser. Quizás a veces no es angustia, a veces será comodidad y otras veces será una correcta forma de proceder. ¿Depende de la situación no? Bueno, podría hacer ahora mismo toda una teoría que seguramente alguien ya explicó anteriormente y mucho mejor que yo. Lo que quiero es contextualizar lo que estoy a punto de decir. Definitivamente no podré resolver ningún hilo negro después de haber escrito este post, pero sí me sentiré mejor respecto a algo.

La verdad es que yo nada más estaba pensando en que si lo que queda de las mujeres que he amado en mí, podrá mezclarse en una sola sustancia llamada mujer real que combate eternamente con la mujer ideal, la que estaba antes que ellas. Pero aún más, ¿cómo saber si esa mujer ideal no es en realidad una creación a partir de las mujeres que conocí desde mi nacimiento hasta mi adolescencia y/o juventud? Porque en ese caso, esa mujer ideal estaría también conformada por las mujeres reales que he amado. O de las que he tenido contacto profundo, quizás no en un sentido romántico. ¿Pero hasta que punto lo ideal es real? Platón dice que lo ideal no existe sin lo real, pero existe ante. No sé, pero en definitiva y de forma categórica puedo afirmar, que lo que más me gusta cuando amo es que doy todo. Y que de dar todo se aprende para cada vez dar mejor. Tampoco puedo decir que esto se pueda repetir muchas veces en la vida porque amar de esta manera también duele, pero mientras se ama la vida, también se aprende a vivir mejor. ¿Cómo hacer que un ser de carne y hueso empate con un ideal? No somos hijos de dioses, somos humanos. Y eso mis amigos, me hace compasivo y al mismo tiempo responsable. O me hizo. Arrieros somos y en camino andamos. Me hace querer ser mejor persona. Hay ideas que en el transcurso de los años he desechado, otras que he aprendido y algunas cuantas han perdurado, madurado o me han hecho llorar.

Lo que creo pues, es que esta mujer que quiero, que amo, que espero, sepa también saber amar.

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