Estaba en un escenario lleno de edificios de cuatro pisos, en un ambiente cálido, casi sepia. Y había un hombre grande, fuerte que me intimidaba junto a otro grupo. Le hacía frente y yo, más delgado, lograba vencerlo. Fácilmente. Al final, por la calle caminaba abrazando a una chica de cabello negro y rizado, con un suéter verde. Su cabello olía muy bien. Y los dos sonreíamos mientras caminábamos y el sol nos iluminaba los rostros.
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3 de septiembre de 2014
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