De acuerdo con un conocido mito mexica, para crear a la humanidad actual
Quetzalcoatl o Xolotl, según las versiones, descendió al inframundo para recuperar
los huesos y/o las cenizas de los hombres de épocas anteriores y llevarlos
a Quilaztli de Tamoanchan, la diosa arquetípica de la maternidad. Esta última
deidad muele los huesos o cenizas en un mortero y Quetzalcoatl, o Xolotl, vierte
la sangre de su miembro viril sobre ellos. De tal mezcla surgen el primer hombre
y la primera mujer (Leyenda de los soles: 1945, 121; Anales de Cuauhtitlan:
1945, 5; Torquemada: 1986, ii, 7; Mendieta: 1980, 78). Así, el hombre aparece
como un ser nacido de la unión de dos elementos de naturaleza distinta; una divina
y la otra terrestre o infraterrestre. Tal como señala López Austin (1994, 36;
cf: vi, 31), “este mito hace de Quetzalcoatl no sólo el creador del hombre, sino
el dios que da origen a cada uno de los individuos. Así se le decía a la joven preñada
cuando el orador se refería a su preñez: —por ventura es verdad que nuestro
señor Quetzalcoatl, que es criador y hacedor, os ha hecho esta merced”.
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29 de noviembre de 2018
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