Tenía meses con ganas de sentarme a escribirte esta carta. Sé que no vas a leerla pronto, tampoco sabía muy bien cómo empezarla o qué decirte exactamente, pero en todo caso hay cosas que quiero guardar para ti.
Cuando era niño, tus abuelos, tus tíos y yo teníamos algunos rituales. Uno de ellos era que cada Día de Muertos íbamos a comer a una pizzería (que ya no existe ahora) y mi papá componía una "calavera". No recuerdo si la dejaba para los dueños de la pizzería o si nos la llevábamos a casa. Más tarde, por la noche, íbamos al parque Morelos para ver todos los puestos que vendían pan de muerto, calaveras de dulces, parcas o diferentes cosas relacionadas con ese evento. Mi abuela Reyna acostumbraba poner un altar para sus seres queridos, sobre todo para su mamá y sus hermanos, a los cuales yo no conocí. Tú tampoco conocerás a tu abuela Reyna, pero la conocerás a través de mí, así como poco a poco irás aprendiendo sobre esta cultura de la cual formarás parte.
Otro ritual que tenía con mi papá, era ir a videoclubs, algo que ya no existe tampoco. Primero sabrás lo que son las películas, las historias contadas en audio y video. Estoy seguro que estás fascinada, primero por escuchar los cuentos con los que te iré alimentado y luego por que tú misma escojas tus propias historias. En estos días ves las películas o series desde tu computadora, celular o televisión inteligente, pero en mis tiempos íbamos a tiendas especiales para rentar videocasettes: primero Betamax, luego VHS y en los últimos años DVD y Blurays, y en esos formatos veíamos las historias. También íbamos mucho al cine, era algo que me gustaba mucho hacer con mi familia. El ritual de hacer la fila, comprar los boletos, las palomitas y la mayor parte de las veces, ver a tu abuelita Lucía dormirse mientras el resto veíamos la película.
Vienes a un mundo convulso, que está cambiando, no es el mismo en el que crecimos tu mamá y yo, a todos nos tocará aprender por igual y contigo también renaceremos.
Todavía no te conozco, pero cuando pienso que muy pronto te voy a ver, me emociono. Quisiera contarte en unas líneas, mil cosas por las que he pasado en la vida, pero tardaría otros 36 años en contártelos. Me gustaría, como una invitación y no una obligación, que cuando cumplas 36 años, reflexiones también por dónde has ido, cómo vas en el camino de conocerte a ti misma, hacia dónde quieres ir. Tu mamá y yo te hemos visto ir creciendo en su vientre, vemos cómo te mueves, tanto que ya estamos esperándote con muchas ganas para llevarte el ritmo. He soñado contigo durante estos meses y ya siento que durante el transcurso de tu vida también tendremos nuestros propios rituales, nuestras maneras de entendernos como familia; que seguiremos, quitaremos, modificaremos o crearemos nuevas formas de estar en el mundo, Greta, para que luego sigas tú, tu propio camino.
Es muy posible que nazcas mañana y quiero que esta carta sirva también como un recuerdo para tu mamá, porque en esta primera vez que me dirijo a ti, también quiero decirle a tu mamá que hagamos juntos un viejo ritual: el de seguir enojándonos juntos para luego hablar y perdonarnos; el de reír de cosas que a veces a ella no le dan gracia y a mí mucha, o al revés; el de viajar y caminar en lugares tomándonos de la mano (aunque a tu mamá no le encante); el ritual de mirarte crecer hasta que todos nuestros cabellos sean de color gris. Y por eso le pregunto a tu mamá, ¿quieres casarte conmigo?
Supongo que para cuando leas esto, Greta, ya sabrás cómo terminó esta historia. Con todo mi amor,
Tu papá.
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